miércoles, 22 de mayo de 2013

Lanata, Cristina, el futbol

Cristina quiere neutralizar el efecto político de las denuncias de Lanata con el futbol.
Así que mientras Abal Medina idea un novedoso plan para contener el aumento de los precios instalando pantallas gigantes que transmitan partidos de Boca y River en los supermercados, le hacemos caso a la jefa.
Y hablamos de futbol.
Específicamente de la versión que recorre las charlas cotidianas: el arreglo según el cual Segura, presidente de Argentinos, vendió el descenso de su club a cambio de un cargo en FIFA o un futuro ascenso a presidente de AFA (entre otros varios detalles, que por cierto le dan algo más de verosimilitud a las especies).

Yo no creo ni dejo de creer. No pondría las manos en el fuego porque no hay arreglos. Se me dirá que a Independiente, si querían salvarlo, lo hubieran salvado antes. No me parece: si vos querés disciplinar políticamente a un dirigente le ponés la espada de Damocles del descenso en la cabeza hasta que capitula.
Lo más sólido, sin embargo, es que no hay evidencias fácticas que justifiquen las sospechas. No hay fallos arbitrales favorables a Independiente, ni perjudiciales a Argentinos, para destacar. Sí hubo fallos muy dudosos en contra de San Martín de San Juan. Aunque me acuerdo también de un codazo de Alderete a Montoya Muñoz en la cancha de All Boys, que era penal y expulsión. Casi en el último minuto. Y no dieron nada.

Ahora, en este caso específico, lo que menos me convencía de la historia era la forma en que cobraba Segura, el presidente de Argentinos. 
No puedo creer que el tipo fuera tan ingenuo como para arreglar semejante cosa y cobrar dentro de un año (con un cargo en FIFA o un ascenso en la AFA). Esos acuerdos, o se cobran al contado o no se hacen. Porque, como se demuestra con el correr de los hechos, dentro de un año significa nunca.

Ahora, la verdad, la indignación sobre la forma en que funciona la AFA, que se deriva de creer en las versiones susodichas, me resulta desopilante. 
Porque (todos somos iguales) podemos despotricar contra el mafioso de Grondona. Pero nuestro límite es el descenso.
Si estamos por descender, nos ponemos las rodilleras y el babero y vamos a hacer cola en la puerta del edificio de Viamonte hasta que nos atienda Grondona o quien sea. Y no digo que los dirigentes de Independiente lo hayan hecho. Sino que sus hinchas, no verían de mal grado que lo hubieran hecho. Verían mal que no lo hicieran "por principios". Del mismo modo que los hinchas de River en su casi totalidad le reprocharon a Passarella el haberse peleado con Grondona, porque esa era la causa de su descenso.
Grondona es lo mejorcito de lo que la gente del futbol (jugadores, dirigentes, periodistas, público, árbitros) nos merecemos. 
A llorar, a Luján.

En el mismo sentido, da un poco de tristeza ver la forma en que se desdibujó la patriada de Cantero, que terminó capitulando ante la barra brava y la trama de negocios que escondían detrás de su violencia personajes vinculados a la política institucional que perjudicaban económicamente al club. 
Yo le hubiese respetado muchísimo que arrugara cuando lo amenazaron de muerte a él y su familia.  Pero se bancó eso, con el escaso respaldo político que recibió.
Parece que lo que no estaba dispuesto a bancarse era el descenso de su club. Y capituló, abriéndole lentamente las puertas al reingreso de los pocos que habían sido excluidos.
Esa capitulación, además, ni siquiera le servirá para salvar su ropa. Porque se lo van a coger de parado igual. Aunque Independiente no se vaya al Nacional. 
Es una lástima. 

Y nos despedimos, pensando ya en la gran preocupación nacional del momento: cómo harán los que vayan a la cancha el domingo, saliendo tan tarde, con el frío, la violencia y con lo difícil que es conseguir transporte, porque a esa hora cerró el subte (sumándose este problema al fundamental de que a casi ninguna cancha de futbol llega el subte a menos de 10 cuadras, siendo River el único "privilegiado" que cumple con esto último). Una preocupación que no nos afecta tanto cuando se juega copa Libertadores, ni cuando juega la selección, ni cuando hay recitales en los estadios de futbol, o cuando pelea Maravilla Martínez. Pero que en este caso es tema nacional.
Y lo es, creo yo, por la intención declarada de neutralizar a Lanata. O sea, hablar de la violencia el frío y el transporte es una excusa, bah.

Una excusa propiciada gentilmente por los funcionarios que ofician sin saberlo de promotores del programa de Lanata, reafirmando que un chupamedias es más dañino que un enemigo.
Ninguno de los que votaron a cristina y no están arrepentidos de haberlo hecho (al menos con los que pude hablar en este último tiempo) me mencionaron otras causas de su persistencia que no sean: que tienen trabajo, que la plata les alcanza para comprarles zapatillas a los chicos, que pudieron terminar la secundaria, que están pagando su casa, que les pusieron cloacas y agua potable.
Tal vez por eso, según mi experiencia personal, me hubiese parecido más atinado para neutralizar el efecto electoral de las denuncias de Lanata, poner el foco ahí, en mejorar esos aspectos reales, materiales, no simbólicos, que vienen últimamente un poquito debilitados. 
Y no en darle promoción gratuita a Lanata cambiando el horario de un partido de futbol.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Punto para el monetarismo

Si sigue bajando, vamos a hacer uno de Simeone, o del chelo Delgado


El dolar ilegal está a 8,90. Para la venta.
Para la compra es bastante menos, porque de ahí se calcula la diferencia que hacen las cuevas.
O sea, el ahorrista chico o el asalariado que compraron a 10,50, si hoy quisieran vender, podrían cobrar unos 7 pesos por dólar. O por ahí menos. La mejor decisión sería esperar a que vuelva a subir.
La cotización es evidentemente muy volátil. Hacer negocios arbitrando con una mercancía que no existe no es fácil.
Pero es poco probable que haya un número elevado de personas en esta situación.

El dólar ilegal es un negocio de grandes empresas y bancos que quieren dolarizar sus excedentes y mandarlos afuera de forma ilegal. Y lo manejan ellos ese negocio.

Ahora habrá que dilucidar a qué se debe la baja subrepticia. Si a las "presiones de Moreno", o a que Marcó del Pont, coordinada con Fábrega, se puso un poquito más ortodoxa.
Subió la tasa interbancaria a más de 20%, los bancos se quedaron sin excedentes de pesos, automáticamente bajaron los bonos en dólares que se usan para contado con liquidación, y automáticamente, después de que Moreno decretó el fin del supuesto feriado cuevero bajó también el dolar blú.

Sinceramente, a mí me parece que hay mucho de ficción en estos relatos, y que la cuestión principal pasa por la disponibilidad excesiva de pesos que tienen las grandes empresas y sobre todo los bancos cuando el mercado está líquido, con el Central inyectando y sin posibilidad de absorción a través de ningún producto que dé un interés razonable, y con la remisión de utilidades virtualmente cerrada.
El tema es que esta tasa interbancaria sostenida en el tiempo indefectiblemente llevará a los bancos a ir tomando la decisión de aumentar sus tasas comerciales: antes que ninguna otra, la de los plazos fijos, para después empezar a moverse las de los créditos. Y hay que ver ahí qué cosas empiezan a pasar, y si es sostenible la decisión de mantener esas tasas tan elevadas.
Veremos.

domingo, 12 de mayo de 2013

Roca, Tabanelli, Clarín y Víttori.

El estado es la creación burguesa más fervientemente elogiada por quienes reniegan del proceso de acumulación burgués: el capitalismo.
Sin embargo, como portador de la institucionalidad su dinámica debe ser funcional a dicho proceso de acumulación.
El núcleo de las sociedades burguesas es el patrón acumulativo. Desde ese centro mínimamente difuso se irradian las relaciones de poder sobre las que se establece el funcionamiento de la sociedad y la generación colectiva de un producto social apropiado de forma desigual. El ordenamiento del tráfico que da soporte a ese patrón y la vigilancia de la adecuación de los contratos al marco jurídico son potestades del estado. También el monopolio del ejercicio de la violencia, esencial para disuadir sublevaciones. En esas faenas se justifica su existencia.

El núcleo del poder, entonces, está en la capacidad de acumulación de excedentes. Las demás relaciones de poder son subsidiarias de aquel núcleo. Incluidas en primer lugar las que derivan de acciones institucionales, las que se asientan en el seno del funcionamiento estatal.

Así, desde esta óptica se avizora la conformación de dos polos de poder preponderantes (no monolíticos, heterogéneos y complejos, pero simplificados a los fines prácticos de la expresión, relacionados a su vez entre sí de forma jerárquica): un poder descentralizado y desinstitucionalizado, y por eso mismo tal vez más fuerte, a nivel de la estructura, y un poder centralizado pero sometido a supervisión institucional y sometido al cumplimiento de estrictos procesos formales de legitimación, al nivel de la superestructura. Los famosos poderes "económico" por un lado y "político" por el otro. La asignación del primer lugar para el económico y del segundo lugar para el político no es arbitraria.

Las relaciones entre estos polos son complejas. Pero en el marco de lo ideal se supone que el poder asentado en la insitucionalidad debe ser funcional al proceso de acumulación que conforma el polo de poder que actúa descentralizado desde fuera de ella. Lo cual implica también que esté sometido a ese otro poder.

Por características propias, el poder enraizado en las relaciones estructurales (el "económico") tiene una mayor potencialidad de permanencia, porque se asienta en bases permanentes, y a su vez las bases de su legitimación no son explícitas, pero sí omnipresentes en el ámbito de la cultura (digamos, "ganar guita" no necesita legitimarse a través de ningún proceso institucional, y sin embargo todo el ordenamiento jurídico está pensado para preservar ese derecho de manera fundamental y exclusiva de cualquier otra cosa que se le interponga, lo cual hace que el ideal de la derecha, la libertad, tenga prevalencia sobre el ideal de la izquierda, la igualdad).
Pongamos como ejemplo un país cualquiera: por propias condiciones naturales, y por dotación de recursos, existe una predisposición a hallar mayor productividad y por ende mayor rentabilidad en algunas actividades que en otras. Lógicamente, aquellos agentes que sepan facilitarse el acceso a las palancas por las cuales esas actividades promueven la acumulación de excedentes, encontrarán la forma de garantizarse una mayor perdurabilidad en el ejercicio del poder. "Económico". Un poder que no se blanquea institucionalmente. Un poder "blue".

La dinámica histórica, sin embargo, promueve la aparición de conflictos en esta interrelación. La acumulación de excedentes, por el propio grado de desarrollo tecnológico aplicable a procesos productivos alcanzado por las sociedades actuales, hoy está mucho más basada en el aporte de capital que en condicionantes de tipo natural, por lo cual el potencial de permanencia del polo de poder económico se ve más amenazado. La estructura se vuelve más dinámica y los plazos en que se operan modificaciones sustanciales en el ordenamiento socio-económico tienden a acortarse. Del mismo modo, la estructura se encuentra mucho más sensible a la operación de modificaciones con origen superestructural. Para decirlo más claramente: las decisiones políticas tienen un potencial de éxito relativo mayor en el afán de modificar los patrones de acumulación y distribución de los excedentes económicos.

El natural conflicto de poderes encuentra por esta vía una potencialidad también mayor.
De todos modos,  las burguesías no aceptan pasivamente estas nuevas condiciones e intentan encontrar los modos más adecuados de aceitar mecanismos para que el poder político les sea funcional y los correlatos en el nivel jurídico de las decisiones sean lo menos fecundos posible a la hora de cambiar el patrón de acumulación.

En la etapa histórica actual la alternancia política cumple un poco ese rol. No es su función exclusiva, aunque sí se convierte en un factor insustituible para consolidar la paz relativa entre estos polos de poder. Sin esa alternancia existe la posibilidad creciente de romper el vínculo de funcionalidad. Un poder político que aumenta su posibilidad de trascendencia temporal (sus 4 años de mandato) cuenta con elementos suficientes como para provocar competencias incómodas al interior del polo de poder económico. Cuenta con la capacidad necesaria para motivar cambios en el ordenamiento jurídico que, para escándalo del marxismo, pueden fecundar paralelamente cambios en el orden de acumulación de capital, trayendo inevitablemente aparejada la insurgencia de nuevos agentes con acceso facilitado a las palancas sobre las que se asienta ese nuevo patrón.

Así que, sépanlo políticos con aspiraciones: el programa de Lanata deja algunas enseñanzas a futuro. La acumulación de recursos pecuniarios para la construcción política siempre es mejor hacerla a través de los servicios de grupos económicos tradicionales o bancos y fondos de inversión extranjeros que intentando hacer emerger nuevas estrellas en el firmamento de nuestra burguesía nacional.
Porque el vínculo es irremediable, pero no es posible que se acepte una subversión del orden. El poder político "se debe" someter al económico. Y viceversa nunca. Porque parece que ese es el límite para la tolerancia social a la corrupción.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Blanqueo


Es estrictamente cierto: en un proceso desatado con varios años de inflación de entre 18% y 25% anual, expansión fiscal y monetaria, intervención directa e indirecta en la comercialización de materias primas agrícolas e intervenciones varias en el mercado financiero invitando a mantener las tasas de interés en valores negativos (entre otras), era lógico que aparecieran presiones cambiarias.

La alternativa a eso era desplegar un programa monetario más ortodoxo para secar los bolsillos de quienes tienen consumo atrasado, aumentar tarifas como parte de un plan de "sustentabilidad" fiscal y subir tasas de interés para favorecer el ahorro de quienes tienen excedentes pero a su vez encareciendo el consumo a crédito y la inversión productiva, y además mejorar la disciplina fiscal sin expandir el gasto aún cuando hubiera contrapartida de ingresos (leyeron bien: aún cuando hubiera contrapartida de ingresos, ¿o no nos recomendaban crear el “fondo anticíclico”?).

Con eso, más una liberalización de los mercados de commodities para incentivar la exportación, y un retiro del estado a la hora de intervenir en los flujos financieros con el fin de favorecer el ingreso de inversiones especulativas gracias a tasas de interés elevadas (aprovechando el costo de oportunidad que generan las bajas tasas que reinan en los países centrales, como hicieron Brasil, Chile y Uruguay en estos años) seguramente no tendríamos las actuales presiones devaluatorias.
Al contrario, por ahí tendríamos que ver cómo haríamos para no sufrir una apreciación desmedida del peso. Habría que intervenir, tal vez, pero en la dirección contraria. Como Brasil, gravando el ingreso de capitales o promoviendo la compra de divisas por parte de particulares.

Desmantelaríamos buena parte del sector secundario, primarizaríamos nuestro sector exportador y productivo en general, y lo anexaríamos a un entramado de servicios (de tipo financiero principalmente) que actuaría como auxiliar a través de la sofisticación del proceso de absorción y distribución de excedentes.

Ahora, lo que no llego a comprender es cómo desde una postura supuestamente de izquierda se podría preferir un esquema como ese, antes que el actual. La “izquierda” argentina promueve la revolución socialista pero sin control de cambios. "Es tu mach", diría nuestra abogada exitosa.

Un comentario sobre el blanqueo: sin conocer del todo el esquema propuesto, a mí la medida a grandes rasgos no me gusta, pero más que nada por una cuestión meramente instrumental. Me parece que no sirve para nada. A uno se le puede pedir que se trague el sapo de hacerse el boludo con ciertos planteos éticos. Pero al menos que no sea al pedo.

Se me hace que será muy difícil lograr que quien atesora dólares, aún a costa de pagarlos caros en el mercado ilegal, los vaya a cambiar por certificados que le dejan a los billetes (objeto de deseo) encajados en el banco.

El mercado blue se mueve gracias a las empresas que dolarizan excedentes y los transfieren vía Uruguay (porque tienen cerrada la remisión de utilidades legal, y usan esta vía, aparte de otras variadas, legales, como el contado con liquidación, la facturación de servicios a sociedades controladas por fantasmas de paraísos fiscales, etc.), los productores agropecuarios con los pesos de la venta de la cosecha porque intuyen que tendrán que pagar los insumos de la próxima campaña a precio dolarizado blue, y ahorristas de poder adquisitivo medio y alto, que compran "por las dudas".
Es decir, en algunos casos las causas son económicas (más allá de que puedan carecer de legitimidad o al menos de simpatía) y en otros culturales.
Pero no creo que ni unos ni otros tengan motivos para modificar la conducta por esta propuesta. Lo que sí espero, de todos modos, es que los que critican a viva voz la medida por propiciar un blanqueo fabuloso, dentro de 10 días no estén criticándola por su fracaso rotundo.
O es un blanqueo fabuloso, o no sirve para nada. Pero las dos cosas al mismo tiempo, no.

martes, 7 de mayo de 2013

La ilusión nominalista

La inflación acumulada en estos últimos años puede ser entendida como una devaluación del peso como unidad de cuenta y medio de cambio. Lo que hace unos 10 años podíamos comprar con 100 pesos hoy podemos hacerlo también, pero con 500.

Esa "devaluación" del peso, que no es otra cosa que el deterioro nominal de nuestra moneda, es una figura que se emplea discursivamente para metaforizar el supuesto deterioro del poder de compra de aquellos que tienen ingresos fijos en esa moneda.
Error lamentable, que me atrevo a bautizar como "la ilusión nominalista".

La economía como ciencia social fácilmente asimilable en sus conceptos por cualquier ciudadano que lo desee cuenta con una dificultad esencial que es el principio de todas las confusiones: la relación dialéctica difícilmente asible entre lo nominal y lo real.

Casi en el mismo acto, entonces, que un economista del establishment nos dice que tenemos un grave problema, porque compramos con 500 pesos lo que antes comprábamos con 100 o sea que la moneda con la que cobramos nuestros ingresos se devaluó,  nos sugiere una solución a nuestros males: una devaluación del 40%.

La contradicción es flagrante. Los problemas de un peso devaluado "se solucionan" con devaluación. La inflación (que es el síntoma de la devaluación de nuestra moneda) se conjura con una poda al valor de nuestra moneda (y por ello más presiones inflacionarias).
La síntesis está en lo no dicho. En lo que queda opaco tras la "ilusión nominalista".

Contrariamente a lo que nos dice el sentido común, el problema cambiario en la Argentina surge de que el mercado (es decir todos nosotros, agentes, actuando con criterios económicos) considera que el peso se encuentra sobrevaluado. Todo lo contrario a lo que nos decía el nominalista iluso del primer párrafo.
Porque la valuación real de una moneda no depende de qué evolución nominal hayan tenido los precios en relación a esa unidad de cuenta, sino cuánto hay disponible de la moneda para ser utilizada como medio de pago. Es decir, qué poder de fuego tienen los consumidores que reciben flujos en esa moneda.

Y los que cobramos en pesos hoy aún cuando usemos más billetes para comprar las mismas cosas, tenemos una capacidad de compra bastante mayor a la que teníamos hace 10 años.
Gráficamente: hace 10 años yo llenaba medio chango de supermercado con 100 pesos, y ganaba 10 billetes de 100 pesos por mes. Podía comprame 5 changuitos mensuales.
Hoy gasto 500 pesos por ese mismo medio chango. Pero como recibo 80 billetes de 100 por mes, me podría comprar 8 changos. 3 más que hace 10 años.

Esta revaluación del poder adquisitivo en términos reales es la base mínima con la que podemos describir un esquema según el cual para muchos agentes que actúan en nuestra economía, el peso esté sobrevaluado en términos reales (y consideran por ejemplo que los costos salariales de producción están altos en la comparación internacional, y pagan 10 pesos por dólar fugado, y se compran todo lo que pueden en el exterior cuando les reconocen un tipo de cambio a 6,50). Y entonces, ante esta suposición de sobrevaluación, la "solución" que se plantee sea devaluar.

Para decirlo claramente, el "problema" que describen estos expositores de la ilusión nominalista no es que en estos años el gobierno haya permitido que el peso se devalúe nominalmente, sino que haya propiciado que los salarios se incrementaran también nominalmente, pero encima superando el índice de devaluación nominal. Lo que habría dado como resultado una revaluación real del poder adquisitivo del salario. O sea, una revaluación real de nuestra moneda.


Y entonces para que la devaluación que proponen sea exitosa en su objetivo declarado de recomponer los márgenes de ganancia empresaria a costa de reducir los costos salariales, deberían poder restringir los efectos inflacionarios de la misma. Y esto se consigue no convalidando incrementos salariales nominales que igualen el inevitable traspaso a precios de bienes importados y materias primas alimenticias que se registran en toda devaluación. En sencillo: que suban más los precios de los bienes que los salarios que se pagan para producirlos, y no al revés.
Esa es la "solución" devaluadora.

jueves, 2 de mayo de 2013

"El fin de una era"


Entre junio de 2008 (cuando asumió Guardiola) y diciembre de 2009, el Barcelona ganó todo lo que jugó.  La liga española, la Copa del rey, la liga de campeones europea (estos tres torneos, de forma simultánea), la supercopa española, la supercopa europea y en diciembre de 2009 la copa del mundo de clubes (ex-intercontinental) ganándole la final al Estudiantes de Sabella.
Por la liga 2008-2009 le hicieron 6 al Real en Madrid. Estaban Henry y Eto´o todavía. Fue el 2 de mayo de 2009.

Pero para mí lo mejor vino después.
Porque en un mundo donde se decía que no se podía jugar sin un 9 grandote entre los centrales rivales, donde todos ponían mediocampistas que corrieran por afuera (carrileros), donde se discutía si existía o no el "enganche", donde se decía que los defensores tenían que ser altos, que no se puede jugar sin doble 5 porque no tenés marca en el medio, que hay que ser punzante, que no importa la tenencia de la pelota sino que hay que darle verticalidad al juego, que el futbol se define con pelotas paradas, que con el famoso "tiki-tiki" no se gana nada, que los equipos se arman de atrás para adelante... un mundo en donde más de uno de estos dudosos comentarios eran ascendidos de facto a la dignidad de apotegmas irrefutables secretamente algo estábamos esperando.
Y aparecieron 6 petisos tocando la pelota por el suelo, sacando los corners cortitos, haciendo 6 pases de primera adentro del área antes de definir, jugándola siempre al ras del piso, teniendo la pelota durante 70 minutos de partido sin que se la puedan sacar, tomándose siempre un segundo más para pensar, tocando para atrás o para los costados si hacía falta, y que además de todo son humildes, callados, no hacen bandera, no se la creen, no se quejan ni de las patadas ni de los árbitros, no compiten por ver quién tiene los mejores tatuajes ni quien se levanta a la modelo más perra.
Juegan a la pelota, te pintan la cara, te cagan a goles y se van a su casa.

Yo no sé si será o no el "final de una era" como andan diciendo los medios madrileños y algunos repetidores vernáculos.
Pero aunque lo fuera, la era que supuestamente está terminando es la que más felicidad futbolística nos dio a muchos de nosotros que vivimos cada una de sus heroicas victorias futbolísticas como una revancha definitiva, final.
Personalmente no tengo mucha fe de, en los años que me quedan por delante, ver alguna vez un equipo que juegue así. Y que además represente ideológicamente tan bien lo que yo entiendo y siento por el futbol. Y que le haga cerrar el orto tan sutil y dulcemente a los inventores del juego moderno, al punto de hacerlos arrodillar y modificar sustancialmente sus conceptos para que no se note tanto el ridículo de haber sostenido con petulancia y soberbia que al futbol ya no se podía jugar más tal y como juega el Barcelona.

Barcelona juega sin 9 de área, Barcelona no tiene carrileros, Barcelona no se calienta por poner defensores altos, tiene marcadores de punta petisos y hábiles como los que nos gustaron siempre, Barcelona la saca jugando desde atrás, juega con un 5 parado en el círculo central y un 8 y un 10 a los costados que no "hacen las bandas" sino que tienen la preocupación sencilla de jugar al futbol (pasarle la pelota al compañero mejor ubicado, bah), Barcelona no tiene delanteros potentes, Barcelona no sobreactúa la garra, Barcelona se arma de adelante para atrás y si los de adelante andan bien los de atrás se quedan tranquilos, Barcelona toca la pelota sin desesperarse "como si al futbol se jugara sin arcos".
Y aparte, Barcelona les rompió el culo a todos los que decían que jugando así no se podía ganar nada. Y ganó todo: 3 ligas (y probablemente una más, la actual, con lo que serían 4 sobre 5 disputadas, 3 de ellas consecutivas), 2 copas del rey, 3 supercopas españolas, 2 champions, 2 intercontinentales, 2 supercopas de la uefa.

Yo no tengo más nada para pedirles.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Máxima


La asunción de Máxima y Guillermo como reyes de Holanda puso de moda en nuestro país a las reflexiones sobre un tema que a nuestra realidad la afecta de modo permanente, mucho más fuertemente que la tangencialidad con que solemos asumirlo, pero que a partir de algunos acontecimientos aparentemente fortuitos (mmmm), como que el futuro rey de Holanda se emperne a una argentina en lugar de una paraguaya, pasó a tener una importancia cotidiana y farandulesca desmedida. Hablamos de la monarquía.

Cuando el furor por la asunción de Francisco como máxima dignidad de la monarquía teocrática del Vaticano venía amainando, apareció esta resurrección del orgullo patrio de la que no se privaron ni oficialistas ni opositores ni los que critican lo malo y apoyan lo bueno, ni la presidenta, que descolocó a unos y a otros esta vez, tanto como cuando dejó en orsai a los que pretendían instalar un enfrentamiento con el régimen teocrático del Vaticano. Por ahora, la reedición de la final del 78 pero en el terreno político no se producirá. Todavía no "lo´ vamo´ a reventar".

Apuntalada en la transmisión en directo de la ceremonia de asunción, participamos de una especie de regresión al siglo XV, muy ajeno a nuestras tradiciones y costumbres, pero altamente ligado a la mitología construida en base a la importación de productos educativos y culturales formativos de la niñez. El sapo de hoy se transforma en rey, con ayuda del fotoshop. Es altamente notable cómo la capa y el cetro siguen conservando su funcionalidad decisiva en la construcción del poder monárquico. Ampliaremos.

Más allá de la espectacularidad como base de legitimación sobre la que se apoya la continuidad monárquica, se me ocurren algunos otros puntos a tratar sobre el tema.

Desde posiciones emparentadas con la izquierda ideológica se suele abundar en críticas a los monarcas porque "viven rodeados de lujos con la plata del pueblo, y no hacen nada". No comparto en lo más mínimo.

El hecho de que los monarcas cobren importantes sumas como gastos de representación no modifica sustancialmente las finanzas de ningún estado. El peso de esos gastos en los presupuestos estatales no es significativo, y no se distancia tanto de los gastos de representación que benefician a otros poderes de esos estados monárquicos constitucionales. Me hacen acordar, los planteos, a la fallida venta del Tango 01. De todos modos, ninguna facción dominante y conocedora de las cuestiones de guita, la gasta al pedo.

O sea, es falso que los reyes no hagan nada. Ayer asumió el jefe de los lobbystas de Shell, por ejemplo. Deberíamos sacar cuentas sobre qué cantidad de guerras civiles se desataron en África por causas cercanas a decisiones de monarcas colonialistas aún en los siglos XIX y XX, o cuántos viajes de reyes hemos recibido en Argentina para tratar cuestiones relacionadas con los flujos financieros emanados de los negocios españoles en el país.

En las monarquías constitucionales, los reyes juegan un rol central en la economía del poder. Son un poder del estado afianzado en relaciones venéreas de corte endogámico (ligado, este corte endogámico, a la continuidad de lo que antiguamente se representaba con los títulos nobiliarios) hoy un poco más relajado y abierto a las tenencias de acciones de empresas estratégicas. Esta situación le da garantías de continuidad a posicionamientos ideológicos conservadores.
Son el contrapeso ideal para la amenaza reformista de los poderes asamblearios o electos por voluntad popular.
Las muchedumbres participan en la elección de sus representantes, y las castas se reservan el acceso monopólico a ciertas palancas de la toma de decisión a través del sostenimiento de las monarquías.

Ahora bien, por lógica de la propia legitimación del poder monárquico, la presentación suele ser más suntuosa. El poder se legitima en la "sangre", por un lado (fantasiosamente azul) y la espectacularidad, por el otro.  El embeleso de la capa y el cetro, o la corona, son figuras centrales en la legitimación del poder monárquico. El rey es magnánimo, fuerte, y además tiene una familia con tres "rubiecitas preciosas". Y gracias a una argentina! La cenicienta no fue pensada con tanta complejidad y buen tino.
El fin es, de nuevo, reservarse para una casta acotada, el acceso a ciertas palancas de la toma de decisiones que permiten salvaguardar de los ímpetus reformistas a cierto colchón de privilegios sobre los que (camuflados constitucionalmente) se asienta el ordenamiento socio-económico.

En Argentina, donde carecemos de monarcas, no nos hemos privado tampoco de colocar en el contrato social emanado de conflictos irreconciliables, firmado sobre papeles ensangrentados, y en medio de pujas de facciones con representatividad limitada, mecanismos análogos, propios de la forma republicana de gobierno y su división de poderes (que es lo que eligieron quienes detentaban por la fuerza la representatividad de todo el arco social, con las exclusiones deliberadas propias de cualesquiera de estos procesos).
El rasgo endogámico, aristocrático, perpetuo, antireformista del poder judicial oficia este "equilibrio" constitucional con un fuerte sesgo conservador del status quo.
Aún cuando echa mano a recursos como el control de constitucionalidad difuso, que siendo vendido como un arma democrática de defensa del pueblo, en la realidad es un privilegio de clase del cual las mayorías están totalmente excluidas.