jueves, 27 de septiembre de 2012

El 7 de diciembre no tiene que pasar nada

Foto: Clarín

Mientras arrecian las demandas por "Freedom of speech", se sigue desarrollando una nueva escaramuza de la "batalla cultural".

El tema de la ley de medios y el emplazamiento del 7 de diciembre a través de la verdadera cadena nacional que es el Futbol para Todos, principal herramienta de comunicación del kirchnerismo, que podría pensar en ir prescindiendo de todas o buena parte de las demás, ocuparon espacios centrales en las discusiones.

Y yo que me considero un buen polemista pero en diferido quiero hacer unos apuntes sobre el tema. Perdón si ofendo con el abuso de la primera persona y la buena consideración que tengo de mí mismo.

La primera cuestión saliente en el parte de batalla es que Clarín está siendo exitoso en una de sus tácticas: instalar la idea de que los únicos medios con una línea editorial distinta a la que dicta el gobierno son los apenas doscientos no sé cuántos que pertenecen al grupo empresarial, uno de los más grandes de la Argentina.
Esta cuestión implica que la bolsa del kirchnerismo mediático se vea superpoblada hoy por gente como Feinman, González Oro, Mariano Grondona, Majul, y muchos otros más, que cometen la atrocidad de no trabajar para ninguna de las señales que emiten a través de licencias públicas otorgadas para su explotación al Multimedios Clarín. Ni los medios del empresario y diputado Francisco De Narváez parecen salvarse de la volteada.
Algo bastante difícil de justificar, pero que viene entrando como por un tubo a partir de la falacia de que "el cacerolazo del 13 de septiembre sólo fue cubierto por TN", a pesar de que en mi caso personal, me enteré del mismo a través de Telefé. Y haciendo una rápida recorrida por los demás canales de noticias y abiertos creo que no hubo ninguno que soslayara el tema. Ni siquiera el 7.
Probablemente no le dieron (los demás canales) la trascendencia de acontecimiento histórico que la avidez febril por encontrar fisuras en la cohesión social amplia que se mantiene como base de sustento político del gobierno, hizo que le dieran Canal 13 y TN (con mayúsculas, para ponerlos a la altura de la proeza republicana que vienen llevando adelante, de mostrar el "cacerolazo").

Una disgresión respecto del "cacerolazo". Los primeros atisbos de cacerolazo en la Argentina tenían una identificación simbólica muy importante. Las cacerolas, elementos de cocina familiar, vacías y golpeadas, significaban la incorporación a las protestas de las madres de familia que no tenían con qué llenarlas para darles la comida a sus familias (disculpen señoras, los roles sociales, la simbología y las representaciones son preexistentes a mi posteo). No es motivo de asombro entonces que se insista tanto con que ahora el cacerolazo lo hace gente con poder adquisitivo suficiente como para viajar al exterior o destinar parte de sus ingresos al ahorro. Es un elemento político de importancia crítica ese como para no señalarlo continuamente.

En otro punto en que Clarín avanza en la consecución de modestos porotos (pero porotos al fin) es la idea también a punto de instalarse de que la adecuación del multimedios a lo dictaminado por la ley implica el silenciamiento de esa voz disonante que es Clarín en la monotonía del "relato" oficial emitido y reproducido por todas las demás señales que no son Clarín.
Uno escucha al señor Aguad, por ejemplo, sostener que él no quiere perder la posibilidad de "elegir". Una pelotudez galopante que hay que estar muy distraído para no darse cuenta que apunta a legitimar una serie de negocios de dudosa legitimidad, como los relacionados con la competencia desleal que implica ser concesionario de licencias así como también dueño de la empresa que brinda el soporte por el cual las señales concesionadas se transmiten.
Quiero decir: después del 7 de diciembre o cuando corno sea que se aplique definitivamente la ley de medios, el Grupo Clarín va a seguir siendo el grupo de medios más importante de la Argentina, con las licencias para operar las señales más vistas y oídas por la mayor parte del público, y una voz de alto impacto en la conformación de la opinión pública. Y está bien que sea así. Hay que defender ese elemento (la significancia discursiva de Clarín) al menos como posibilidad de que ocurra.

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