lunes, 25 de junio de 2012

El mínimo no imponible, puesto en contexto

Las discusiones en torno del impuesto a las ganancias y el famoso mínimo no imponible no deben reducirse a la mera cuestión fiscal, sin contextualizar con otros elementos. Acá encontramos una nota de La Nación del domingo, con una postura pro empresarial respecto de la situación económica en la Argentina. Los valores son por supuesto discutibles (si le encargamos el mismo trabajo a la CTA seguramente nos presentaría una versión distinta), pero sirven para ver por dónde transitan las discusiones en la actualidad.

Lo que intenta decir la nota básicamente es que los costos laborales de las empresas (salarios brutos incluidas cifras no remunerativas + aportes patronales) exceden a las mejoras en materia de productividad, lo cual determina que la producción nacional pierda competitividad por encarecimiento de los costos laborales.
El dato principal que se apunta es que la hora-hombre, traducida en valor monetario, es decir lo que le cuesta a un empresario hacer trabajar a un hombre, cada vez abarca una proporción mayor del producto obtenido por ese trabajo. Angostamiento de márgenes, suba de precios a niveles no competitivos con los importados. Siempre, promediando la situación de las distintas actividades.
El corolario obligado de esta sentencia es la mejora del poder adquisitivo del salario. Si con el salario se puede comprar una porción cada vez mayor del producto elaborado por cada trabajador, y esto surge del promedio de todas las actividades, es lógico concluir que el salario (en promedio) cada vez es capaz de comprar más cosas.

Sin embargo, asistimos a un recrudecimiento de los reclamos también desde el sector trabajo.
Desde hace ya un tiempo la CTA de Micheli pide el incremento de los aportes patronales (hoy en 21%) a los niveles anteriores a la última reforma llevada a cabo en épocas de la convertibilidad. De más está decir que de cumplirse este pedido, la situación descripta en la nota de La Nación empeoraría, y la visión empresarial de pérdida de competitividad se reforzaría.
También asistimos, paralelamente, a reclamos sobre "techos" para las paritarias. Y tenemos que decir también que en líneas generales los acuerdos se cierran por encima del número de inflación, pero que el sindicato que más pecho sacó sobre este asunto, Camioneros, cerró su paritaria con un porcentaje de aumento que si bien al final del proceso da un número elevado (25,5%) por la forma escalonada en que se dan los incrementos nominales, el resultado anual es de una pauta que si no cierra por debajo de la inflación, le pasa cerca.

En el último ciclo de los reclamos aparece además el de la suba del mínimo no imponible de ganancias. Compartido por trabajadores (mejoraría los salarios reales de quienes dejaran de pagar el impuesto), y por los empresarios (al menos a juzgar por lo que dice la nota, ya que suponen que restaría presión sobre los reclamos salariales; digamos, los sindicatos se conformarían con una pauta de incremento más baja y no pedirían sumas no remunerativas).

El caso es que justamente la suba del mínimo no imponible como facultad discrecional del Poder Ejecutivo es una palanca de la economía que puede dar algunos réditos mínimos, pero réditos al fin. Por ejemplo, en mantener un flujo de recursos coparticipables a las provincias en momentos en que la baja de la actividad económica hace mermar levemente la recaudación. O sea, un pequeño ajuste sobre el 10% de salarios más altos para no desfinanciar del todo a las provincias (una suerte de préstamo blando). Que en la práctica, superado el problema, se termina devolviendo, ya que la suba del mínimo no imponible es retroactiva.

Pero, como todo impuesto, tiene otras derivaciones (ya mencionadas en parte) a la hora de ponerle un marco a los acuerdos salariales. De algún modo, en las pretensiones del sector del trabajo se desincentiva el pedido de aumentos sustanciales en porcentaje , y se incentiva el paso a aumentos en sumas no remunerativas, lo cual coincide con la "necesidad" empresarial de abaratar costos laborales (ya que al no hacerse descuentos sobre la cifra no remunerativa lo que se ofrece neto es un 18% mayor a lo que se daría si fuese remunerativo, aparte de la incidencia en el aporte patronal).

Es fácil culpar de estas complicaciones a la inflación. Pero cuando lo hacemos (y hay mucho consenso en este punto; en el de culpar a la inflación, digo) cometemos un error conceptual en cuanto a la caracterización del fenómeno inflacionario: la inflación no es causa de la puja distributiva, sino una de sus consecuencias. Con esto quiero decir que eliminar la inflación no significa eliminar la puja. Aunque por ahí sí saldarla.
El problema, en la visión empresarial, no es que la inflación le reste poder de compra al salario, sino justamente que por "culpa" de la inflación se les terminan encareciendo los costos laborales pero como corolario de que en el contexto inflacionario actual los salarios mejoran su poder de compra (y no lo contrario).


Para decirlo con todas las letras: si en medio del proceso inflacionario, el salario promedio empezara a perder su carrera contra el resto de los precios, los empresarios mejorarían sus condiciones de competitividad a partir de la reducción relativa de sus costos laborales. Y, probablemente, en medio también de una tendencia a la estabilización de los precios. Pero esto último sería secundario para la ecuación económica de la empresa.
La situación de los sectores más desprotegidos (que no son los asalariados formales) queda al margen del análisis hecho hasta acá. Convido a quienes tengan ganas, a que piensen con qué postura de las señaladas encuentra mayores coincidencias tácticas la defensa de los intereses de los más pobres, en tanto las asignaciones se mantienen congeladas (una reivindicación en este sentido es mucho más prioritaria que  el mínimo no imponible, disculpenme señores "defensores" de los trabajadores por mi "comunismo"), y que el elemento clave en la mejora de la situación en estos últimos años, que es la dinámica de generación de empleo, comienza a enfriarse. 

3 comentarios:

Esteban dijo...

Los costos laborales vienen cayendo fuertemente desde el 2010.
Pero si la puja distributiva es verdad que expande más el ciclo inflacionario. Hay un buen trabajo de Manzanelli sobre esto último.

Alcides Acevedo dijo...

Los peronistas nunca, pero nunca, van a entender un cazzo.

El sólo hecho de que la tasa de inflación real haya superado con creces la tasa de devaluación de la moneda impacta en el costo empresario a todo nivel, con el costo laboral a la cabeza, ya que el costo de los insumos importados juega a favor (suben menos que la inflación).

Si no entienden eso déjense de joder y escribir en blogs, pierden tiempo ustedes y le hacen perder tiempo a la gente.

Pensar que en la época de De la Rúa se culpó a la "Tablita" de Machinea de llevar a la economía a la recesión, se nota que nunca nadie entendió la "Tablita"... pero repitiero en argumento hasta el cansancio.

Por último: no sólo hay que subir el mínimo, de hecho podrían dejarlo donde está, debería subir las escalas de ganacias que se encuentran congeladas desde la época de De la Rúa, así como se oye, muy raro que el ignorante de Moyano no lo plantee.

Anónimo dijo...

se supone que las asignaciones familiares se modifican cuando se reune el Consejo del salario mínimo para subir el susodicho. Algo que no va a pasar hasta que no se cierren todas las paritarias.