lunes, 31 de octubre de 2011

Los "desafíos" de la "nueva economía"


Está de moda hablar de los "desafíos" de la "nueva economía".
Con aires de cambio de época, los analistas intentan dejar la sensación de que se vienen "grandes" cambios, para afrontar "grandes" problemas.

Por el otro costado,  los fanáticos de la "profundización del modelo" se cierran ante lo que entienden que son maniobras para convencer al gobierno de que abandone el "rumbo" y permita restaurar los principios de la denostada "ortodoxia".

Acostumbrados como estamos a gambetear el esquematismo, en este humilde (humilde) blog, nos permitimos hacer alarde de nuestro gusto por la (pseudo)complejidad, e intentamos, con más irreverencia que conocimiento plantear las cosas de un modo distinto.

El problema central que le encontramos a la economía argentina (porque la economía siempre tiene problemas, en todos los países del mundo, aún creciendo a tasas chinas y la mar en coche) es el patrón de acumulación.
Una estructura productiva fracturada, en la cual conviven actividades muy competitivas, insertadas al circuito global de circulación de bienes, recursos y utilidades, y otras, consideradas "estratégicas" tal vez en los planes de largo plazo (que existen, señores del diario La Nación), pero que no consiguen despegar, al nivel necesario para complejizar la producción, por no encontrar parámetros adecuados de competitividad.

Entonces, la primera cuestión para observar es la cambiaria. Sobre algunas actividades que gozan del diferencial de competitividad señalado se han operado algunas medidas que les diferencian el tipo de cambio y que le ponen techo a la rentabilidad extraordinaria que se derivaría de la situación de usufructuar un tipo de cambio más alto que el necesario para ser competitivas a nivel global.
El caso de la producción agrícola es emblemático. También el petroleo y derivados entran en este grupo.
Después discutimos si las medidas en cuestión son del todo eficientes, o si se las puede mejorar.

Hay otras actividades que han gozado de privilegios exagerados. Y sobre ellos (los privilegios) se puede operar. Acero, aluminio, por ejemplo, y piezas de esos materiales que son utilizadas como insumos de producción de otras actividades de más valor agregado, y que incluso cuentan con capacidad de actuar sobre los precios de la economía en general.
La minería es otra actividad cuyo patrón de acumulación habría que revisar.

El otro sector es el financiero, que no solamente tiene grandes márgenes de rentabilidad al operar ligado al tramo competitivo y globalizado de la economía argentina, sino que consigue usufructuar a través de entidades de microcrédito las tasas usurarias que se les cobran a quienes no tienen acceso al mercado formal, digamos. Manolo suele abundar en explicaciones sobre este tramo del mercado, ligado al negreo.
Ahí sí la gestión del BCRA tiene la posibilidad de mostrarse diferente a sus antecesores (más allá de la promesa de reforma de la ley de entidades financieras).

Como todo tiene que ver con todo, además, existe un correlato de esta situación en el ámbito laboral, el de la clase trabajadora.
Hay trabajadores, que cobran 12 lucas por mes, y otros que cobran 2. Todos asalariados, bajo convenio. Algunos pagan Ganancias, y otros no llegan a pagar la canasta básica.

En este panorama, lo mejor sería, nos parece humildemente (humildemente), encontrar la forma de atacar esta situación, buscando mecanismos para absorber las rentabilidades extraordinarias de esas actividades, para garantizar un tipo de cambio adecuado para que ganen competitividad las actividades que aportan mayor complejidad productiva.

Pero en cuanto a la gestión de la macroeconomía, a lo mejor llegó la hora de no salirnos demasiado del carril de la ortodoxia.
Digamos: poner un poco de disciplina fiscal, haciendo hincapié en la reducción real de los subsidios; no tener ataques de inyección de liquidez y manejar con discreción el crecimiento de los agregados monetarios; seguir administrando el tipo de cambio al alza, dentro de lo posible; no rasgarnos las vestiduras si como última instancia y para garantizar el programa financiero del año entrante es necesario salir a tomar deuda.

A lo mejor se podría evaluar la posibilidad de meterles un bono compulsivo a los bancos para tomar la guita que tienen inmovilizada como encajes voluntarios; no tocaría el mínimo de ganancias, y hasta evaluaría la posibilidad de restaurar alguna tablita progresiva.
Y meter la cuchara recaudatoria en algunos terrenos no explorados (el régimen minero hay que evaluar la posibilidad de corregirlo, la exportación de tubos sin costura, o láminas de acero, etc.).

En fin, algunas ideas desordenadas.
Pero con la convicción más general de que la "heterodoxia", por la heterodoxia misma no tiene mucho sentido.
Hay que hacer el esfuerzo de pensar.

viernes, 28 de octubre de 2011

La fuerza de los bancos

Que se obligue a las petroleras y las mineras a liquidar en el país las divisas (como ya se hacía con las exportadoras de productos agrícolas) es algo, a mi entender, muy defendible.
Que se pueda condicionar a las aseguradoras a que repatrien fondos invertidos en el exterior, también.
Todas esas medidas son para aumentar la oferta de dólares. Pero no para paliar la demanda.

Creer que eso, o los operativos de AFIP en casas de cambio, o las circulares del BCRA agregando requisitos a la compra de dólares (que sí intentan tímida e ineficazmente controlar la demanda), van a resolver los desequilibrios que están generando una demanda de divisas que las autoridades consideran exagerada, es una ingenuidad.

La amenaza de corrida al dólar, en realidad, está marcando la existencia de desequilibrios macroeconómicos. Los mismos desequilibrios que provocan aumentos de precios.
La propia dinámica del capitalismo se encarga de resolverlo, a través del accionar de la entelequia mercado, que no es otra cosa que la fuerza resultante de la operación de muchas fuerzas particulares.
No ser ortodoxo (tal parece ser el objetivo último de ciertos sectores del kirchnerismo) exige un análisis fino de la situación.
Para no hacer pavadas. Por el solo de hecho de que no son lo que el mainstream dice que hay que hacer.

No hay forma hoy, de mantener las tasas de interés bajas, seguir inyectando liquidez y que el tipo de cambio actual colme las expectativas de los actores con capacidad de acumulación. No hay forma.
Lo dijimos ni bien supimos que el Central, aliviado por un freno esporádico de las presiones sobre el dólar, empezó a inyectar liquidez para bajar las tasas de interés.
Ni bien les diste plata a los que saben cómo acumularla, salieron a comprar dólares. El Central tiene dos ventanillas: por una coloca pesos; por otra, recompra esos mismos pesos. Con dólares.

La teoría conspirativa fácil puede  sugerir que hay algún movimiento especulativo de parte de alguien con poder de daño, que quiere, además, hacer daño.
Ni lo intenten.
Cuando los intereses sectoriales y particulares son cruzados, y complejos, como ocurre en cualquier sociedad moderna, la lógica de funcionamiento de las relaciones sociales implica que cada actor, en la consecución de sus intereses y con márgenes exagerados de acción, haga daño a los demás.
Gobernar bien es justamente saber neutralizar ese poder de daño de agentes con intereses sectoriales. Achicándole los márgenes de acción.

En condiciones de buena liquidez, entonces, tenemos una economía cuyo patrón de acumulación provoca que algunos actores cuenten con la capacidad de apropiarse de recursos a partir de los cuales puedan, por ejemplo, recurrir al dólar porque no creen que el tipo de cambio vigente pueda mantenerse.
Sectores financieros y empresarios que saben usufructuar el "calentamiento" de la economía cuentan con la capacidad para hacer los ajustes que el Central y Economía no quieren hacer.
Inyectar liquidez hoy, no implica necesariamente que siga incentivándose la dinámica de la actividad económica, con efecto derrame para los sectores populares (aunque secar la plaza sí se traduciría en un perjuicio contra esa dinámica).

Hay que atacar la brecha entre la economía formal, globalizada, y la que está menos capacitada para insertarse en los circuitos globales.
Hay que ir a ver por qué Techint, Aluar o los bancos tienen tanta capacidad de acumulación, mientras actividades de más complejidad no alcanzan a desarrollar la competitividad que les permita despegar (y generar más empleos y divisas).
Si les gusta, hay que "profundizar el modelo". Neutralizar "la fuerza de los bancos".

sábado, 22 de octubre de 2011

El "viento de cola" y la dependencia económica del complejo sojero


La argumentación de Alcadio Oña suele tener un problema. Confusiones, que no le permiten a quien emite las críticas reparar en la contradictoria naturaleza de algunas de sus afirmaciones.

Cuando se busca atenuar los méritos de la administración kirchnerista para mantener a la economía en un ritmo de crecimiento elevado e inédito en la historia argentina, se echa mano al latiguillo del "viento de cola". En su nota Alcadio lo resume bien, como la situación (también inédita, por la cantidad de tiempo de permanencia del fenómeno) de que la Argentina cuente con términos de intercambio favorables.
Decir esto implica reconocer el sesgo de la economía argentina a contar con una competitividad extraordinaria en la producción de materias primas agrícolas. Producto de las extensiones de tierra fértil, con clima propicio, que permiten que la aplicación de tecnología de punta y la puesta en marcha de proyectos con características organizativas novedosas, le hagan ganar eficiencia decisiva.

Entonces reconocemos, de base, que nos especializamos en la producción de esos commodities, y que tenemos un diferencial negativo de competitividad en otras actividades. Es consecuencia de una dotación natural de recursos. Las ventajas comparativas famosas.
Reformular este esquema "natural" requiere arduo trabajo. Esfuerzo.

Ahora bien, unos renglones más abajo y como forma de señalar algunos de los problemas de la Argentina, el mismo tipo que sobrevaloró el "viento de cola" y los términos de intercambio favorables, nos dice que la economía argentina depende en demasía de las divisas generadas por el complejo sojero.

La verdad es que ambos elementos de la exposición de Oña son en realidad uno. El mismo.
Argentina depende demasiado de lo que genera el complejo sojero justamente como consecuencia de que cuenta con términos de intercambio favorables que le apuntalan la producción de las materias primas para con la cual cuenta con ventajas competitivas extraordinarias.

Corregir este sesgo ha sido casi una obsesión de la administración kirchnerista (cosa que no implica hacer desaparecer al campo, sino simplemente integrarlo a un aparato productivo más diverso y complejo, sin dependencias sectoriales que les permita a determinados actores ejercer un poder de veto de facto).

Decíamos: el kirchnerismo se propuso la corrección de ese sesgo original. Ya sea gravando la exportación de soja (cosa que innegablemente desincentiva su producción, tal como argumentaban los detractores de la 125 durante el conflicto por la misma), ya sea fomentando la sustitución de importaciones y las exportaciones no tradicionales (con fortuna dispar). No vamos a abundar con ejemplos de esto, salvo que se nos lo pida.

Grandes resultados ha obtenido la administración kirchnerista a la hora de aprovechar las bondades financieras del viento de cola. Y grandes esfuerzos ha puesto en atenuar las negatividades productivas que surgen del mismo viento, que para la expectativa de diversificar y complejizar el aparato productivo, más que viento de cola es un huracán. Arrasador.

En definitiva, no puede hablarse de suerte frente a las consecuencias favorables y de impericia frente a las consecuencias indeseadas de un mismo fenómeno.

Usando una metáfora con reminiscencias futboleras, seguir la argumentación de Alcadio es correr el riesgo que corría aquel zaguero al que si se le ponía una media de cada color se cagaba a patadas él mismo.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Cuatro años más

Ayer Daniel Vila montó una nueva escena de su show.
En la puerta de AFA, con las cámaras de su canal de televisión convenientemente dispuestas, en los intervalos de sus charlas telefónicas, explicaba con lenguaje acondicionado para la ocasión que por orden express de una jueza, un ignoto club rosarino había adquirido el derecho a participar de la asamblea de AFA que se disponía a reelegir a Grondona al mando de la entidad.

Con esos hechos mínimos pero mucho énfasis intentó mentir acerca de la ilegalidad de la mencionada asamblea. Dos fallos de cámara anteriores, revocando fallos de primera instancia, validan la legalidad del procedimiento. Que se ajusta al Estatuto de AFA. Los jueces dicen, en otros términos, si no les gusta el Estatuto, cámbienlo, pero lo actuado se ajusta a lo dispuesto por el mismo.

Esta operación se complementa con la circulación mediática de una cámara oculta sin valor judicial, editada, en la cual se le hace decir a Grondona algunas cosas que lo incriminarían en algún delito o manejo espurio de plata. En esta faena, los guardianes de la moral de todos los argentinos son nada menos que Carlos Ávila y el respetado doctor Mariano Cúneo Libarona. Paladines de la lucha contra las estructuras corruptas que horadan los cimientos de nuestra patria.

También hay una mención a Paco Casal. Honesto y cándido empresario oriental, por la defensa de cuya dignidad (e intereses) deberíamos rasgarnos todos las vestiduras, ante la prepotencia de Grondona.

El futbol es un negocio, por la sencilla razón de que mueve mucha plata. Este hecho puro es independiente de la existencia de Grondona. Hubiera sucedido igual.
A Grondona, pese a eso, le tocó estar ahí en el momento en que se podía operar para darle forma. Consiguió ganar márgenes de discrecionalidad en las decisiones, y armar un sistema de circulación de recursos funcional a la sustentabilidad de su proyecto político. Hizo y deshizo sociedades sin resignar nunca las palancas fundamentales.
Los 46 "atemorizados" dirigentes que le dieron su voto ayer, participan del circuito de reparto utilidades, y consideran de manera muy racional que formar parte de él les conviene más que sacar los pies del plato y armar algo nuevo. En cierto sentido, lo que opera allí es la lógica de las relaciones de poder.

Grondona se queda 4 años más en la AFA porque sabe hacer política. Y la hace donde la debe hacer.
Le importa poco que el 99% de la gente lo desprecie (según las encuestas que manejan Fantino y Anello).
La reelección la obtiene por unanimidad.

lunes, 17 de octubre de 2011

Política monetaria


La política agresiva del Banco central, con la venta de dólares a futuro y al contado resultó (con algo de mora) exitosa.
Eso podría suponerse, al menos, después de observar que el jueves y el viernes el Central terminó en posición compradora (recuperando algo de lo vendido en estos últimos tiempos), y que el valor de la moneda se estabilizó, desde hace unos cuantos días en 4,24.

Lo cierto, y para matizar un poco, es que todos los movimientos del final de la semana pasada parecieron contradecir las alarmas innecesariamente fingidas de los días anteriores. Se empezó a revaluar el real, quedando en una cotización coherente con su historia reciente, subió el precio de la soja (cuya caída estrepitosa, para no desentonar con el historial reciente de pronósticos alarmistas, finalmente no se concretó, deberíamos decir, por lo menos por ahora), también el precio del petroleo recuperó su tendencia alcista.

Ahora bien, volviendo específicamente a la cuestión interna, en paralelo con esta novedad de que el Central finalmente pudo disciplinar la demanda de dólares, se manifiestan movimientos en cuanto a la oferta de pesos. En particular, las tasas de interés, que se elevaron en todos los tramos del mercado, volviéndose más cara la financiación para los bancos, y por ende, para los particulares, a los cuales, además, se los convidó con tasas más altas para la colocación de plazos fijos (lo cual hizo mejorar los índices de crecimiento de los depósitos).

Entonces, superada la tormenta (superada?) vemos al Central encarando un proceso inverso.
Se dispone ahora a volver a dotar de liquidez al mercado para evitar subas de tasas y enfriamiento de la economía por restricción de consumo y financiación.
Entonces, vuelve a inyectar pesos, no renovando Lebacs, por ejemplo. Y, aparte, cuenta con la "normalización" del accionar de ANSeS (que colaboró con la suba de tasas, la semana pasada, al no renovar plazos fijos que tenía en entidades privadas), y con la tarea del Banco Nación que, al tener liquidez, puede operar en el mercado interbancario ofreciendo tasas menores a las que se pagan.

Veremos, entonces, que es lo que pasa estos días con la demanda de dólares, en tanto se vuelve a inyectar liquidez, o si esta liquidez deriva en algún otro movimiento no del todo deseado.

Lo fundamental es que no terminamos de tomar nota de que el problema parece ser distributivo, en este aspecto, y que las decisiones económicas no pueden agotarse en la ortodoxia monetaria de abrir o cerrar la canilla de acuerdo a cómo se vaya vaciando o desbordando el vaso.
Darle más o menos liquidez a los bancos es, más que ninguna otra acción, ponerle plata a disposición, o sacársela, a las clases altas y medias, y usar sus propensiones demandantes como modo de equilibrar las tendencias al crecimiento o a la contracción,  al enfriamiento o al sobrecalentamiento de la economía.

Hay que empezar a pensar en cómo corregir ese sesgo estructural de la economía argentina, que posiblemente sea el factor más influyente en el invariable atraso.

miércoles, 12 de octubre de 2011

La fábrica de gansadas


Otra vez salen a repetir la misma perogrullada.

"La inflación se siente más en los bolsillos de los más pobres".
Y sí. No hay otra manera de que ocurran las cosas.
Asumido como legítimo el modo de acumulación capitalista, no hay forma de interpretar que ninguno de sus avatares no golpee con más fuerza (o perjudique a secas) a los más pobres. Por eso, justamente, son pobres. Y no sólo eso, sino "los más pobres".

Curioso método de inversión de las leyes de causalidad.

A mí me gustaría que alguien me explicara cómo se haría para que la revaluación cambiaria, la corrección de la "distorsión" de precios provocada por los subsidios, la suba de tasas de interés o el enfriamiento de la economía (por nombrar un par de cositas) golpearan menos a los más pobres. O más a los más ricos.

Con el tema inflación, el eje no es ese.
Ni mucho menos que "la inflación es una fábrica de pobres".
Gansadas, de las que parecíamos habernos librado gracias al apabullante resultado electoral. Pero no hay caso, algunos insisten.

lunes, 10 de octubre de 2011

Animarse a la discusión, sin prejuicios


En el mundo "serio" las autoridades monetarias se ponen metas de inflación.
Usan la tasa de interés y algunas otras herramientas más sutiles para influir en la composición de los agregados monetarios.

Con eso, van manteniendo el alza de precios a raya. Enfriando la economía si los precios amagan con calentarse. Convalidando nominalmente la apreciación cambiaria.

Es la forma más eficaz de responder a los episodios de puja distributiva.
Por supuesto, garantizando que en la misma se impongan, sin que siquiera empiece la batalla, los sectores concentrados de capital. Con dispendio clientelar de dádivas a los sectores medios con capacidad de ahorro (y especulación). Después de todo, para cumplir estas faenas la burguesía creó los estados nacionales.

Del otro lado, los populismos no son muy afectos a aceptar este tipo de recomendaciones (subvirtiendo de un modo escandalizador para las izquierdas ortodoxas el rol histórico de los estados nacionales). Su déficit más importante (se sabe) es en materia de "seriedad".
Así que se le abre la puerta a la puja distributiva. Con fingido desprecio (aunque furtivo reverencial respeto) por las reglas de la macroeconomía.

La meta de inflación es una política ortodoxa. Se la señala como un planteo monetarista.
Sin embargo, esa acusación al monetarismo no se traduce en desarrollos teóricos que puedan implicar, en la práctica, alternativas frente a la aparición de la puja distributiva y su denostada consecuencia: la inflación.
En general, el desprecio por el monetarismo viene acompañado de una tolerancia más o menos persistente ante los episodios de alza de precios generalizados.
Se dice: "creer que la emisión monetaria genera inflación es caer en planteos monetaristas". Mientras tanto, no se toman medidas ortodoxas contra la inflación, y la inflación sigue su rumbo sin mosquearse.

Sabiendo que no hay mucho para oponer a reglas tan férreas como la fatalidad, yo estoy más o menos de acuerdo con esa visión.
La economía argentina de los últimos años ha demostrado en la práctica que en ciertas condiciones la inflación alta es sostenible en un plazo mediano, en convivencia con muy buenos niveles de crecimiento, generación de empleo, baja de la pobreza, y aún de mejora distributiva.

Sin embargo, trasladar ese estado de pelotudez humana, que es el enamoramiento, y tomar como objeto del mismo una fórmula económica exitosa puede resultar peligroso. Colectivamente peligroso.
Por eso, hay que animarse a pensar sin prejuicios.

La economía argentina tiene que resolver el meollo principal de su proclividad a mantenerse en el atraso, que lleva 200 años, y que amenaza todavía con convertirse en sempiterno. Tal meollo son los diferenciales de competitividad. Ampliaremos en lo sucesivo.

jueves, 6 de octubre de 2011

Tomar deuda, o no (2)


En la entrada anterior, tocamos el tema del endeudamiento público.
El estado nacional ofreciendo un activo financiero a los ahorristas del mundo. Para que les presten plata, que devolverá después.

Intentamos poner la cuestión en perspectiva.
La posible necesidad del estado argentino de salir a tomar deuda en los mercados voluntarios no se inscribe en el marco de una situación de "aprieto fiscal". No tiene que ver directamente con que el Estado gaste más de lo que recaude, etc. Para esa hipotética situación hay alternativas. Muchas "cajas" (tal es la nueva usanza verbal) de donde tomar fondos sin necesidad de emitir un bono en dólares.
Porque si las obligaciones del Estado nacional son en pesos, ¿para qué necesita tomar dólares?

La cuestión sobre el endeudamiento externo pasa por otro lado.
Corresponde al capítulo "cuentas nacionales". La hipótesis en la cual recurrir a la emisión de un bono para colocar en los mercados de capitales como una opción del menú es que el país no genere ingresos de divisas genuinos necesarios para sostener los ritmos de crecimiento.
Lo que no puede hacer entrar el sector privado, lo haría entrar el sector público, con las herramientas que tiene a mano: o sea estrictamente la emisión de deuda (en el contexto actual, no hay otras fuentes).

Es una cuestión meramente financiera, que afecta al conjunto de la economía y a la capacidad de acumulación del país: sector público y sector privado.
La alternativa a esa variante, en todo caso, sería una audacia de improbado éxito: el establecimiento de un control de cambios estricto que impidiera la salida de dólares por las vías en las que se puede operar: ahorro de los particulares, remesas de utilidades de multinacionales.

Por supuesto que toda esta batería de hipotéticos acontecimientos futuros se desbarata en un contexto de crisis económica mundial.
Por los costos de endeudarse, las altas tasas de interés, razona fácil el lector.
Principalmente, porque no sería necesario tomar deuda en ese contexto, amonesta con petulancia el redactor.
Una crisis económica mundial afectaría fuertemente a nuestras exportaciones. La consecuencia más directa de eso, más allá de los niveles de actividad internos, empleo, consumo, etc. sería la caída de las importaciones, cuyo auge de estos últimos tiempos está ligado casi totalmente al proceso de expansión de la economía. Y fundamentalmente al proceso de expansión del aparato productivo (no es un fenómeno de consumo final: compramos afuera lo que necesitamos para producir más).
De manera tal que la hipótesis de restricciones de cuenta corriente, en medio de una crisis económica mundial, quedaría desbaratada en el mediano plazo, porque se bloquearían las fuentes de salida de dólares (por las malas razones).
Digo (como ejemplo alternativo): ¿qué utilidades transferirían las empresas cuyas ventas cayeran un 20 o 30%?

El tema es que en torno al endeudamiento hay un prejuicio grande. Construido en torno a simplificaciones, que pretenden identificar hechos puntuales y descontextualizados con posturas de "izquierda" o de "derecha".

Olvidémosnos de los canjes de deuda o de las emisiones de BODEN dispuestas por Néstor.

Durante la crisis de los años 2008-2009, el proceso de acumulación de reservas del BCRA corrió riesgo de revertirse. Ante la inminencia de una corrida al dólar, Kirchner lo mandó a Redrado a hacer operaciones de swap con otros bancos centrales.
Fortaleció reservas para afrontar las corridas endeudando al banco central.
Que estaba loco, decían los ortodoxos comentaristas. Incluso, circulaba el rumor de que el propio Redrado sostenía lo mismo...en la intimidad.

El presente año, la autoridad monetaria nacional (al frente de la progresista Marcó del Pont) decidió convalidar la apreciación real del peso, devaluando nominalmente en un porcentaje menor a la inflación.
Puso al tipo de cambio nominal como ancla de la inflación (al final, monetaristas somos todos).

Paralelamente, la amenaza de restricción externa podría aventarse si las empresas argentinas obtenían mayor acceso al mercado de crédito internacional. Repito: acceso al mercado de crédito internacional.
El sector privado (y no el público) podría endeudarse (pensando en las buenas posibilidades para especular con el tipo de cambio local, no jodamos), y de esa forma hacer entrar dólares por una vía alternativa.

Este último racconto de estrategias sirve para ejemplificar acerca de que el pragmatismo (guste o no) es un componente importante en la toma de decisiones financieras.

Un afectuoso saludo a Mercedes, contra quien no tengo nada en particular (al contrario, suelen gustarme mucho sus opiniones).
Lo único que intentamos es evitar las exageraciones del marcodelpontismo.