lunes, 28 de febrero de 2011

Burocracia sindical


La detención de Pedraza volvió a dejar si no sobre el tapete sí en alguna zona cercana la cuestión de los sindicalistas-empresarios.
Por eso, no estaría mal pensar sobre el tema, para tratar de aclarar algunas diferencias que en el ámbito de la moral republicana se vuelven difusas.

Un dirigente sindical es un representante corporativo de los intereses de los trabajadores (como clase, aunque mediada por el concepto de "gremio"). Su accionar (que puede comprender incluso su actividad empresarial paralela) debe juzgarse desde allí. Y sólo desde allí. Ocurre, tal vez, que ser empresario, al mismo tiempo que sindicalista promueve un conflicto de intereses que determina que un tipo, en tanto cuide el primero de sus roles atente contra el cumplimiento del segundo. Es bastante posible que sea así, estoy bastante de acuerdo con ese razonamiento. Pero es, justamente, un razonamiento que intenta surcar en profundidad el tema, más allá del "a priori".

Un dirigente sindical que consigue mejorar el standard de vida de sus representados, que posibilita que mediante convenio se les pague más la hora, o que se le reconozcan beneficios extra, que fiscaliza que todos sus representados sean puestos en blanco, que les brinda patrocinio ante conflictos laborales individuales, que les mejora las prestaciones de las obras sociales, que les facilita el acceso a turismo social de calidad, etc., es un dirigente que cumple en buena medida con las exigencias del lugar que los trabajadores le asignaron.

Estos rasgos cualitativos de calificación son, desde ya, de carácter subjetivo. Las subjetividades que deben juzgar, entonces, el accionar de sus dirigentes son precisamente las de sus representados.
Y tienen (los representados) el derecho, incluso, de legitimar o no que sus dirigentes sean ricos, amasen grandes fortunas, cobren honorarios, manejen sus fondos con cierta discrecionalidad y hagan negocios.

También éste (el de decidir el carácter de sus representantes) es un derecho laboral. Abstenerse, por favor, de subestimaciones, con el fin de justificar que algún "indeseable" siga al frente de un gremio.

Tienen (los representados) el derecho de crear, a través de sus representantes, el espejo que refleje la imagen tal como se quieran mirar.

Ni siquiera creo que pase por una cuestión de que "les importa" o "no les importa". Galeano dice que "los pobres" no "le toleraban" los lujos a Evita. Sino que se los festejaban. Eran (esos lujos) el símbolo de una reivindicación de clase.
Es, el sindicalista "poderoso", la expresión simbólica de un "querer ser" de la clase trabajadora.

Yendo a un terreno más práctico: quien conoce algo de negociación sabe que en ese ámbito (para escándalo frankfurtiano) lo material expresa lo simbólico. Quien da ventaja desde lo material, arranca la negociación abajo.
Digamos, si dos tipos van a negociar algo, y uno viene con un BMW y el otro con un Fiat Palio, el segundo va a tener que extremar sus cualidades persuasivas o sus "picardías truqueras" para al menos empardar.

Ya ni siquiera tiene validez la discusión sobre "la burocracia". Porque las complejidades actuales de la representación de las demandas obreras requieren, casi como una necesidad, de los servicios de un grupo de tipos rentados (y bien), con capacidades "de escritorio", y no de "laburantes" que pongan el lomo "al par que sus compañeros".

O en todo caso, no hay, creo por lo menos, elementos para asumir a priori que un "laburante" con buenas intenciones sepa desempeñar su función mejor que un burócrata. Y viceversa. Digo: el "laburante", si (y sólo si) es efectivo, aplausos. Si no, su ruta... Lo mismo para el "burócrata".

Reconozco lo personalísimo de esta opinión.

Pero aún con la duda, deberíamos cuidarnos bien de "no hacerle el juego a la derecha" (ejem) en estos temas, y asumir definitivamente que son los trabajadores a través de las instituciones que se dan como forma de representación quienes deben decidir estas cosas, y no sus "intérpretes" con opiniones de raigambre histórica, o tipos con supuesta autoridad de hecho (o sea autoritarismo) para definir roles sociales. Cosa que hacen (definir roles sociales) siempre de acuerdo a su propia conveniencia. O a la conveniencia de la clase a la que representan. Representación que ejercen, por otro lado, sin tener que enfrentar a tipos ajenos a su profesión que les marquen la cancha diciendo, por ejemplo, que "no está bien que el editorialista de un diario sea rico".

sábado, 26 de febrero de 2011

Pronósticos: a veces el mensajero pide, no que lo maten, pero que lo sopapeen un poco. No le hacemos caso porque somos respetuosos de la libertad de expresión.

Al final, tanta conjunción de factores que nos ponía al borde una explosión segura se fue desarmando de a poquito, en silencio y sin avisar. En dos días.

A esta altura resulta patético que cualquier movimiento mercantil sea traducido por los "expertos" de dudosa experticia como la muestra de que el futuro se presentará atroz.

Con la crisis libia, los bonos argentinos "habían caído más" que otros papeles. El mundo (los mercados) le bajaban la nota a la Argentina. Decía Pagni.

Al final de la semana, los bonos argentinos, haciendo caso omiso del inexorable destino de bajas que les esperaba, retomaron la senda de subas.

Nada fabuloso, tampoco. Es que hay una variación lógica de las cotizaciones, cuando se trata de inversiones tan volátiles, signadas por la especulación, las apuestas, las tomas de ganancias y los recortes de pérdidas.

Salvo que una tendencia se sostenga en el tiempo para inversiones específicas, es lógico pensar que la incidencia de estos movimientos en la economía real es tendiente a 0 (cero).

Así, Luis Beldi desde su columna en Ámbito, también quiso pintar un clima de hostilidad inversora de "los mercados" por los controles sobre los movimientos de capital (presentación de declaraciones juradas, etc.) que dispuso Sbatella (UIF), dicen que por recomendación del GAFI (o sea, tampoco se decidió algo revolucionario). Duró (la hostilidad) dos días, también.

Querer ver en cada suba o en cada baja de cotizaciones la cristalización de un proceso largo es un rasgo patológico.

De todos modos se agradece el concurso de mufas como Pagni en las filas opositoras.

viernes, 25 de febrero de 2011

Revisando el "nunca menos" (recogiendo -con perdón- el guante de Omar)

El "facho" de Omix nos corre por izquierda. Bah, eso creo. Desde que los europeos occidentales se pusieron a teorizar sobre el tema lo único que hicieron es relativizar esto de la izquierda y la derecha. Con el solo propósito de justificar, calculo, que un partido burgués que aplica políticas neoliberales se llame "socialista obrero", por ejemplo. En fin...

Decía que Omix nos corre por izquierda (a mí "modesto" entender, que no coincide tal vez con el de algunos compañeros).

Porque no me cierra la explicación de que se considere "más de izquierda" una disputa con la iglesia católica que con la AEA. Es un ejemplo (el de la Iglesia católica), por decir algo que sirva para ilustrar. En su reemplazo Omix usaría, por ahí, la figura retórica "barones del conurbano", o el "pejotismo".

A ver: entiendo claramente que una cosa no excluye a la otra, y que en algunos puntos hasta pueden ser co-solidarias. Pero me temo que caeríamos en una trampa (de la derecha, casualmente) si nos contentamos con un casamiento gay cada tanto, o con algún sindicalista-empresario preso, para dormir con la conciencia tranquila.

Por ahí, en perspectiva, sirve el planteo de quién es el enemigo principal que Omix nos convida.

Aclaro que para mí la palabra "enemigo" en política es perfectamente utilizable. Nada de mariconadas lingüísticas de andar reemplazándola por la edulcorada "adversarios". Minga, adversarios. Enemigos.
Lo cual (ojo) tampoco implica caer en la dicotomía "aniquilación o muerte".

Con el enemigo se puede negociar, se puede conversar, se le puede hacer alguna concesión. Por ejemplo, aceptar que siga vivo (en constante tensión con uno, obviamente, esperando que él de paso acepte que uno siga vivo también).

Pongamosle: uno puede reconocerle a la UIA, y sobre todo a algunas de las firmas que la componen, su rol como factor de acumulación de capital necesario para crear un capitalismo desarrollado (si nadie va a acompañar la idea, hoy, de instaurar una dictadura del proletariado, después de todo).

Esto sirve para que se puedan diagramar planes de desarrollo como el que Cristina anunció ayer.

Pero también es necesario ponerse como objetivo hacerles entender a estos tipos que van a tener que lidiar con el monstruo de un sindicalismo fuerte, que les marque la cancha cada vez que quieran convertir al salario en la única variable de ajuste para recomponer rentabilidades.

El objetivo de primera instancia tiene que ser (creo yo, "modestamente") llevar a cada rincón de la vida económica nacional la idea de que nada sirve si no colabora con la generación de empleo. El empleo, el elevado nivel de empleo, tiene que ser el norte. A ello tiene que tender cualquier flujo de financiamiento, siempre importantemente mediado por el estado (con la plata de los jubilados, pongámosle). Cualquier elemento que confronte con este objetivo, por más acumulación que permita, no tiene que tener cabida.

Ese es el centro desde el cual se puede generar un mercado interno fuerte, para conseguir la ansiada diversificación e integración productiva interregional (con los otros países de sudamérica, sí, pero también con nuestras provincias, no se olviden de las provincias postergadas).

Greenpeace se puede preocupar por la minería a cielo abierto. Podemos aceptar políticas de inclusión de minorías. Podemos crear una sociedad inclusiva "para todos y todas".

Pero esa es la agenda secundaria. Que combatir (en serio) el hambre en el Chaco es más importante que evitar la extinción del tatú carreta o educar sexualmente a las negritas para que cojan menos.
Ah, y de paso, me solidarizo con Miguel Del Sel por la injusta denuncia que le hicieron por decir que quiere que "los negritos se bañen con agua caliente". A ver si nos dejamos de joder con boludeces.

Argentina y el precio del petroleo.


Los acontecimientos en Libia, que son rebote de lo que pasó en Egipto, que aparecieron después de lo que pasó en Túnez, generan suspicacias.

El tema es, principalmente, el precio del petroleo.

Hay, según parece, un fuerte movimiento especulativo.

Si bien no estaría faltando petroleo (al menos todavía) se registra una demanda del mismo que podríamos llamar artificial. Tipos con guita se posicionan en  futuros de petroleo especulando con una suba de precio ante una futura e hipotética escasez, ya que de mantenerse los conflictos bélicos pueden quedar inutilizados los puertos, o suspenderse las actividades de las multinacionales en los países afectados, o incluso ser, las cuencas, blancos militares.

Un dato que resaltan los analistas es la excepcional diferencia de precios entre el barril de Brent y el de WTI.
El de Brent (Inglaterra) le sacó más de 10 dólares de diferencia al WTI (Texas). Cosa extraña, porque suele ser al revés. El WTI es habitualmente más caro que el Brent, ya que la diferencia es lo que hace viable la importación yanqui de Brent.
El fenómeno excepcional se atribuye a que el mercado europeo estaría dando una señal de mayor robustez en la demanda de combustibles que el norteamericano. Evalúan (los operadores del mercado) que Europa recupera sus niveles de consumo post-crisis más rápido que EEUU, donde el uso de los automóviles ha decrecido mucho, al parecer. Igualmente, ya conocemos la eficacia predictiva de "los mercados", de modo que todo esto más vale tomarlo con pinzas.

Para Argentina, la suspicacia se levanta en torno a lo que pueda pasar, primero con los acuerdos comerciales que Cristina firmó con los países del norte africano. Como los mismos contaban entre las ventas más suculentas a las de alimentos, sería muy difícil que en el corto plazo se cortara el chorro, debido a que ningún gobernante nuevo, por "revolucionario" que quisiera ser, podría viabilizarse cortando el suministro de alimentos...

Otro tema es el precio del petroleo. El punto más destacado está en la balanza comercial energética de la Argentina. Por ahora y hasta 2010, superavitaria. Se dice por ahí que la situación podría provocar alguna complicación adicional a la baja del superávit comercial que se evidenció en enero y que se proyecta para todo el año.
El problema para Argentina no son los precios, sino los volúmenes. La creciente demanda podría obligar a importar más combustibles. El efecto precio afectará tanto a nuestras importaciones como a nuestras exportaciones de petroleo y combustibles derivados de él. Más allá de que cruzado con la variable de los volúmenes el efecto no sería neutro, tampoco es algo con tanta incidencia.

De hecho, por alguna cuestión casi misteriosa, también se especula con la posibilidad de que mejoren (más todavía? mmm...) los precios de los commodities agrícolas. Lo cual, en principio, mejoraría la situación comercial de Argentina. En términos de ingreso de divisas, claro.
Empeoraría, paralelamente, la cuestión de la apreciación cambiaria y con ella el temor regional a convertirnos en repúblicas petro-sojeras.

Igualmente, conviene no ser tan drástico. Ni darle mucha trascendencia a pronósticos desmesurados en cuanto a precios de combustibles. Ni confiarse tanto en los mecanismos de "traspaso" del aumento de los combustibles al precio de la soja.

jueves, 24 de febrero de 2011

Superávit fiscal (aunque duela)

Qué complicadas son las cosas.

Resulta que en enero se registró un aumento del superávit fiscal primario, muy importante respecto del mismo mes del año pasado.
Los ingresos corrientes aumentaron un 40%, y los gastos corrientes un 37%. Aumentaron más los ingresos que los gastos.

Un dato significativo: las transferencias de capital aumentaron un 50%. Es decir, en proporción, mucho más que otros gastos. En ellas se incluye tanto transferencias a provincias como inversiones de capital. Por su parte, las cuentas de ANSES son altamente superavitarias. Entonces (le avisamos a un periodista que escribe en un famoso matutino porteño), cuando el Tesoro coloca deuda con la ANSES lo hace para cubrir transferencias a provincias, por ejemplo. Le aclaramos al mismo periodista del mismo matutino, que no correspondería incluir los intereses de deuda entre los gastos corrientes.

Del saldo (es decir, del superávit primario), para las cuentas públicas, se resta el pago de intereses. Que este año, para enero, fue mucho más alto que el año pasado.
De ahí obtenemos el superávit financiero ("el que cuenta", según un matutino porteño de alta tirada y bajo pago de aportes patronales).

Repetimos: superávit financiero. Superávit. Lo resaltamos, porque quienes lean la noticia a través del matutino subsidiado por el Estado Nacional (ver concepto, transferencias de capital en el rubro Gastos corrientes) por ahí no entiendan bien el concepto, ya que se insiste mucho con "disminuciones", "bajas", "pérdidas" y demás amigables términos.

El superávit financiero disminuyó, entonces, debido a que el pago de intereses se incrementó mucho. Esto es, desde ya, un fenómeno coyuntural. Desaparece el mes que viene.
O sea, sobró más plata que el año pasado, pero hubo que pagar más por intereses. Entonces, el superávit financiero bajó. Pero sigue siendo superávit.

¿Es bueno o es malo todo esto? Depende.
En principio, que los gastos crezcan menos que los ingresos, es un ancla ortodoxa para la inflación. O para los "efectos inflacionarios" de la demanda agregada. Quiero decir: hay tendencia al ahorro fiscal. Que es lo que pedían los "expertos".
Por supuesto, los "expertos" ahora dicen que "lo que cuenta" es el superávit financiero (que bajó). Pero es superávit. Sí, pero menos que el año pasado.

El mes que viene, por ahí, a Doña Francisquita le tocará llorar. Este mes, grita.

miércoles, 23 de febrero de 2011

La amenaza brasilera: devaluación


En un comentario a la entrada anterior (en AP) César toca el tema de la dificultad a la que nos veríamos sometidos los argentinos en el caso de que Brasil devaluara.

Es, digamos, un temor infundido colectivamente por la prensa especializada y por los lobbys de las grandes empresas diversificadas "nacionales", que hasta ayer pedían revaluación cambiaria, y hoy suspiran con una devaluación con ajuste (para mitigar el traspaso a precios de la misma; es decir, una reducción del salario real y una ampliación, por supuesto, de sus márgenes de rentabilidad).

El punto es que hay un antecedente de devaluación brusca del Real. Cercano. Fue en 2009, con la "crisis internacional". Cristiano Ratazzi amenazaba diciendo que "Brasil tenía un dólar muy interesante". Fue efímero el efecto, sin embargo. Porque la tendencia de largo plazo era a la revaluación. Es, a la revaluación. Y las autoridades monetarias brasileras no muestran interés en intervenir sobre el tipo de cambio nominal, porque siguen metas de inflación.

Hoy, están preocupados, entonces, por la inflación. Y más allá de que los industriales brasileros protestan contra la revaluación cambiaria, y las autoridades brasileras se hacen eco de sus protestas e intentan limitar el ingreso de divisas especulativas, toman medidas en sentido contrario: recortan gasto público y suben las tasas de interés (en 2010, no cumplieron con la meta: los precios subieron más de lo que se habían propuesto).

Aparte, entonces, de no tener (las autoridades brasileras) una actitud tan activa en favor de una devaluación, también habría que sospechar, que en el caso de que lo decidieran, su economía probablemente no contaría con mecanismos aceitados para que no se trasladara a precios inmediatamente la devaluación. De modo que la única esperanza de devaluación (real) brasilera quedaría librada a la efectividad de políticas de control salarial en medio de una aceleración de la inflación. Un ajuste muy importante, que no sé si estarían en condiciones de hacer.

Dejando de lado la descripción suscinta de problemas brasileros con la devaluación (que no son tan distintos a los nuestros), lo más interesante de todo el proceso son los canales de diálogo y negociación abiertos entre (casi) todos los países de la región, para alcanzar una integración productiva. El objetivo de más corto alcance sería empezar a sustituir importaciones extra. Mercosur por producción local. Esto hace que muchas veces, la agregación de valor (tan valorada) se realice en un país, y otras veces en otro. Es difícil conciliar intereses, cuando tenemos tan internalizado que el que procesa manufacturas expolia al que le vende la materia prima.

Esto, que es cierto cuando se verifica sin excepción en todos los rubros, puede tolerarse (y aún es deseable) cuando se administra con criterio  integrativo. Lo cual implica que se repartan equitativamente las "agregaciones de valor". Vos agregás valor en tal cosa, y yo en tal otra.

Un elemento auspicioso para este asunto es la vocación bilateral de Argentina y Brasil, y de ambos con los demás países del Mercosur, de ir equilibrando las balanzas comerciales. Sabemos que Argentina tiene, desde el Mercosur para acá y aún desde antes, un recurrente déficit comercial con Brasil, que ni siquiera la devaluación de 2002 corrigió. La intención de equilibrar los flujos comerciales tiende a conseguir en el largo plazo un crecimiento equilibrado.

Es, en parte, una política que nos debemos, los argentinos, para con nuestras provincias más postergadas. Y es un paso inicial a dar, mucho mejor que el de una integración monetaria, al estilo "Euro", que, ya lo sabemos, trae grandes complicaciones en este rubro.

lunes, 21 de febrero de 2011

Apreciación cambiaria vía precios (el salario es un precio)

 Giorgi ilustra el plazo para el que se estaria pensando.
Y escandaliza a Broda, entre otros. Una de nuestras ministras preferidas.

Un proceso de apreciación cambiaria, como el que se discute que se da en Argentina actualmente, incluye diferentes aristas.

En principio, significaría, en el caso argentino, simplemente que la producción local sufre un aumento de costos medidos en dólares. La necesidad de medir en dólares proviene del hecho de que esta es la moneda usada como reserva de valor y valor de cambio en todo el mundo. El comercio mundial se hace en dólares, los bancos centrales ahorran (garantizan sus sistemas financieros) en dólares. Por lo tanto, decir que tus costos aumentan en dólares significa en principio que lo que vos producís se vuelve más caro que lo importado.

Sin embargo, cada vez más el comercio internacional experimenta una tendencia a la descentralización de los flujos. Países como Argentina ven incrementar su comercio Sur-Sur (con África, los países árabes, el lejano oriente o el resto de Latinoamérica) en mayor proporción que con los países centrales (principalmente EEUU).

Esto hace que se tome en cuenta una variante del valor de la moneda (y de los costos internos de producción): el tipo de cambio multilateral. Es decir, la relación de nuestros costos en dólares con los de otros países con los que tenemos un comercio fluído.

Esto implica que la suba de nuestros costos en dólares puede compensarse con subas parejas (o mayores, tal vez) en los costos en dólares de esos países.

Por lo tanto, la apreciación medida en dólares, puede no verificarse si se la mide en relación al Real, o al Yuan.
Esto quiere decir que si bien la relación de nuestros costos con el dólar es un indicativo importante, hay un mundo más allá de ella. A fortalecer "ese mundo" apunta, por ejemplo, la decisión compartida de varios países de mudar el comercio bilateral al uso de monedas propias (y a la aceptación de las mismas como reservas de valor por parte de los bancos centrales).

Independientemente de esto, lo llamativo es que en épocas en que la apreciación cambiaria era considerada una necesidad por los expertos (y un sacrilegio por el Gobierno) se hacía hincapié en que tipo de cambio competitivo equivalía a salarios bajos. Y esto es (hay que decirlo) una verdad inapelable.

Por lo cual, deberíamos también precisar la contracara: apreciación cambiaria implica inversamente salarios altos (en dólares).

Justamente, las actividades con mayor valor agregado sufren de lleno el incremento en sus costos cuando los salarios aumentan.

Entonces, tenemos una línea, que describe claramente la dualidad:

Apreciación cambiaria - Salarios altos en dólares - Altos costos de producción (y pérdida de competitividad).

La buena noticia de que nuestros salarios aumenten en dólares se compensa con la mala noticia de que nos incentiva a importar trabajo extranjero (productos hechos en el extranjero).

La utilización de herramientas como las mentadas licencias no automáticas son mecanismos, entonces, que  intentan mitigar esta dualidad de la siguiente forma:
Poner escollos administrativos al ingreso de productos importados. Esto, aumenta indirectamente los costos de lo importado en relación con los de la producción local. Sin tener que reducir salarios.

La táctica tiene un alcance corto. Sirve como primer paso para proyectar la sustitución de importaciones, y debe enfocarse integralmente con la posibilidad paralela de apuntalar la producción local de los productos afectados. Sobre todo cuando se trata de insumos, porque de no hacerse (y de no reducir con subsidios indirectos sus costos) se encarece directamente los costos de producción de quienes los utilizan.

Nada aporta, por otra parte, para el más necesario proceso de desarrollo que implica ganar complejidad en los productos que se exportan.

No es el arma monstruosa que ofende a los José Luis Espert. Tampoco una genialidad de un estratega. Apenas una herramienta mínima, para paliar un problemita en el corto plazo.

domingo, 20 de febrero de 2011

Elecciones


El combativo dirigente sindical José Venegas (ex-preso por luchar) dice que los que gobiernan son los mismos que Perón echó de la plaza.

Una sentencia análoga a la que podría practicarse en sentido inverso: que el peronismo federal está conducido por los que trabajaban para el Ministro de Acción social de aquella época.

Lo llamativo es que las declaraciones del garante del trabajo precarizado en determinados ámbitos rurales, se complementan y refuerzan mutuamente con la línea que baja el diario La Nación, hoy, domingo.

Y que se relaciona con los sendos exhortos de Duhalde y Venegas, a intendentes y Moyano, respectivamente, para que "no jueguen como la presidenta quiere".

La casi explícita voluntad de estos sectores político-comunicacionales es forzar una reedición de la matriz del setentismo. O dicho de otro modo, que las fracturas que el clivaje izquierda-derecha provoca afuera del peronismo, se trasladen hacia el interior del oficialismo (ayudados, por supuesto, por la inestimable colaboración de los que quieren mantener el piso y elevar el techo).
Aprovecharán la probable respuesta de 678, con la que seguramente cuentan (estrategas como son, no se les escapa este detallecito).

Veremos si se prefiere neutralizar la construcción de ese escenario, o colaborar con su instalación.

viernes, 18 de febrero de 2011

Bonelli, negociador del Club de Paris


Un alterado Marcelo Bonelli bombardea el acuerdo con el Club de Paris, hoy, desde Clarín.

Llama incompetente a Lorenzino, por ejemplo. Vincula el episodio de la "valija" y el "conflicto" diplomático con EEUU, con la hipotética quita de apoyo que los negociadores yanquis le propinarían a la Argentina en la negociación.

Pero la más insólita de las elucubraciones de Bonelli resulta ser la que pondría a los negociadores del Club de Paris en rol de especular con los resultados de las elecciones en Argentina. Primero, diciendo que no se "quieren prestar al juego político" de Boudou, que intentaría mostrar el acuerdo en su campaña a intendente de la capital (aparte, sería eso tan importante para la campaña electoral porteña?).
Y después (lo más raro) opinando, supuestamente, que sería mejor negociar con el nuevo gobierno, después de octubre, que con la actual administración.

No quiero decir que esto sea mentira, porque no sé. No tengo acceso a las altas fuentes a las que accede Bonelli.
Pero me parecería muy raro que un tipo que está negociando el cobro de una deuda prefiriera hacerlo con un gobierno recién electo que con uno que se va (10 meses antes de que se vaya). Más, teniendo en cuenta que por ahí el gobierno recién electo resulta estar compuesto casi por la misma gente que el que se va. O sea que en ese probable caso no ganaría nada. Y a costo de perder un año de tiempo, y un trecho del acuerdo alcanzado.

Reitero, no quiero decir directamente que lo que dice Bonelli sea mentira. Solamente me llama la atención que los funcionarios del Club de Paris hagan elucubraciones de política doméstica tan parecidas y tan funcionales a las de los "analistas" políticos y económicos locales.

jueves, 17 de febrero de 2011

La crisis energética, en Chile


La intención no es agarrárnosla con nadie.
Las cosas suelen ser mucho más complejas que como uno las ve a simple vista.

Pero, resulta que en Chile se presenta una situación con la generación de energía eléctrica, que obliga al Gobierno a autorizar el racionamiento, que contempla reducción de tensión y eventuales cortes planificados en el suministro.

El problema es de déficit en la generación. Y la causa principal, a priori, es la escasez de lluvias que baja el nivel de los ríos y perjudica el funcionamiento de las represas hidroeléctricas.

De ser así realmente, indicaría que se trata de una matriz energética fuertemente dependiente de la generación hidroelétrica.

El punto es que en Chile existen "señales de precios" previsibles, de esas que dan un marco adecuado de seguridad jurídica para favorecer la inversión a largo plazo. No deberían pasar estas cosas. Supongo.

Pero pasan. Repito: no es cuestión de cargar a nadie, ni mucho menos de escupir para arriba.

Pero sí, hay que tomar en cuenta estos elementos y no dejarlos pasar de largo. Porque pueden ser de mucha utilidad cuando se desatan discusiones paralelas que afectan a la situación nacional.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Matar al alcohólico para que deje de tomar


El esquema económico actual, vigente en Argentina, que tiene como uno de sus puntos flojos más notables la relativamente alta inflación, es mercado internista.

Sus fortalezas (muy ligadas a las causas de la inflación alta) están en el crecimiento del consumo interno, la consiguiente acumulación de capital en el sector secundario dirigida a un proceso de sustitución de importaciones y complejización de las exportaciones y la conformación de un círculo virtuoso generador de empleo que retroalimenta,  a su vez, el incremento del consumo. Todo esto "forzado", de algún modo, por una inversión pública fuerte, que se financia con el crecimiento de la economía y con las "previsiones" de crecimiento de la economía (incluyo en estas últimas a las utilidades del BCRA, a la emisión y esterilización para mantener el tipo de cambio, en fin, a las que suelen señalarse como las "causas monetarias", canalizadas en el ámbito fiscal, de la inflación).

Una fortaleza que no debe perderse de vista es la que une dos elementos: consumo-empleo.

Mientras el vínculo entre ambas variables las haga mutuamente robustas, fenómeno. Si no...
Ahí hay una explicación de por qué el pensamiento "nacional y popular" puede verse herido por la tendencia al consumismo en algún caso (convertibilidad), y festejarlo con fervor en otro (ahora).

Pero (decía) habría que pensar un modelo teórico (si es que no existe) que diera cuenta de las vías por las cuales ambas variables (consumo y empleo) se relacionan. Obtener una ratio que vincule el crecimiento de una y otra. Y con esa herramienta, guiar las decisiones de política económica. Si el consumo creciera sin correlato en el nivel de empleo, por ejemplo, habría que ver qué se toca.

En fin.
La cuestión es que, como dice Lucas Llach, el contexto inflacionario es un río revuelto. En el que algunos ganan más que otros, dice él. Sí, pero que permite también maniobrar en la conformación de una estructura productiva más diversa.

La sustentabilidad del crecimiento, y la idea de poner un freno ortodoxo y definitivo al proceso inflacionario, se relacionan directamente con la capacidad para operar en la diversificación del aparato productivo.
"Frenar la inflación" hoy, es frenar la tendencia al auge del consumo interno, es romper el encadenamiento virtuoso de las variables que señalábamos antes. Es, en definitiva, decidir que Argentina se vinculará con el mundo "con lo que tiene", con lo que sus ventajas comparativas la insten a producir. Y lo que no lo compraría afuera. Esto generaría mayor o menor desempleo según el momento. Lo que sí es de cajón es que la exposición a la volatilidad de los términos de intercambio, o de las tasas de interés de la FED sería muchísimo más alta incluso que la que se critica hoy (por alta).

Es decir, tampoco "venciendo a la inflación" se garantizaría, como dice Llach, la sustentabilidad del crecimiento.

En principio, lo único que tal vez pueda garantizar un crecimiento sustentable es la diversificación productiva. Argentina no la tiene, y eso vuelve menos sustentable su crecimiento, con o sin inflación.
En la pelea por alcanzarla se inscribe entonces, el debate sobre la inflación y los ajustes "necesarios" para combatirla.

martes, 15 de febrero de 2011

Al fin: nos vamos poniendo de acuerdo...

Un inteligentísimo artículo de Lucas Llach en La Nación.

Trata sobre la inflación y sus efectos políticos y económicos.

Pero por fin, alguien partidario de la aplicación de políticas anti-inflacionarias clásicas abandona las tesis que manejaban hasta ahora.
Tesis que se refutan en la realidad misma de una economía creciendo en base al auge del consumo (popular).
Llach reprende a sus correligionarios: el problema de la inflación de hoy es que atenta contra la sustentabilidad del crecimiento, dice. A largo plazo, y con tendencia alcista, nos puede dejar sin crecimiento y con menos empleo, sostiene.

Pero pide directamente que se abandone la pose de machacar con la pérdida de poder adquisitivo de los salarios (que no se verifica en general, tal vez sí en algunos casos particulares, como bien describe Llach), porque los asalariados ya no se lo creen.

Y no es por terrores psicológicos heredados u ocultos, como sugiere un esotérico y metafísico Sergio Berenztein.

Las notas las vi en Ramble Tamble, el blog de Artemio, en cuyo blogroll no aparezco (con el efecto nocivo en el caudal de visitas que significa eso). A ver si me das una mano con ese tema Geraldinho, que así no entro en el Top 40 ni con tu ayuda.

lunes, 14 de febrero de 2011

Mamarrachos


Arturo Valenzuela prácticamente reconoce ante CNN que en el avión yanqui entró material que no había sido previamente declarado ni autorizado.

Dijo, más o menos, que eso era un "detalle" y que Argentina debió haber "conversado", y no tomar la decisión de incautar.

Mientras tanto, el representante del Tea Party en el Congreso argentino, Alfredo Atanasof está preocupado por la relación (poco carnal) entre el país y EEUU, y Clarín en su función de órgano de difusión del partido conservador tiene otra versión, más valenzuelista que Valenzuela.  Finalmente, ante la insostenibiblidad de la mentira (no tenían la documentación que autorizaba el ingreso de los materiales que decían tener, ni la información correcta de en qué radicaba el conflicto) dieron marcha atrás, y cambiaron el eje.

Desastre.

La "verdad" sobre el crecimiento a tasas chinas

La editorial de La nación (sin firma) vuelve a sembrar dudas sobre la efectiva existencia del "crecimiento a tasas chinas", y (contradictoriamente) sobre las pocas chances de su continuidad. ¿Cómo se puede hacer previsiones sobre la escasa posibilidad de que continúe existiendo algo que, en realidad, no existe?

Bueno, para poner en duda la existencia de las tasas chinas se recurre a la cuestión INDEC. Como el IPC es el deflactor que se usa para medir el crecimiento real en actividades que no pueden cuantificarse (por ejemplo, algunos servicios, como la peluquería), y como desde 2007 ese índice es cuestionado, cabría pensar que desde 2007 se está sobrevaluando la estimación del PBI. El efecto, sabemos, es bajo. Por eso La Nación no se anima a hacer la cuenta considerando los números que exponen las "confiables" consultoras privadas. Porque también el promedio de crecimiento anual 2003-2010 seguiría dando favorable a Argentina respecto de los países "estrella": Brasil, Uruguay, Chile y Perú.

Entonces, el segundo recurso para complementar con el primero, es relacionar el crecimiento de los primeros años de kirchnerismo con la situación deplorable en que la convertibilidad del menemismo y la Alianza radical-frepasista dejaron a la economía argentina. O sea, calcular el crecimiento promedio anual desde 1999 hasta hoy, para que dé menos que el de los países estrella. Podríamos hacer la serie desde 1930 hasta hoy, para decir que el kirchnerismo no nos sacó del atraso en que caímos después de la crisis del 29. Más arbitrario que Binner para repartir los recursos santafesinos entre los municipios...

Después, recurren nuevamente a la apreciación cambiaria vía inflación para asustar con la posibilidad de que no se pueda seguir creciendo. ¿Cómo? ¿No era que el tipo de cambio depreciado daba ventajas competitivas espurias, y que revaluar la moneda no iba a generar problemas con el empleo y la actividad? Ahora, parece, significa que no vamos a seguir creciendo.

Los detalles señalados en el último párrafo, que serían las causas de que el crecimiento desaparecería pronto, son los mismos que se vienen mentando desde 2006. La agonía del veranito kirchnerista es más larga que su propia vida.

domingo, 13 de febrero de 2011

Derrotados


El "caso Venegas" y sus derivaciones dejan material muy destacado para los fanáticos de los balances.

Moyano perdió, decididamente, con la actitud de motorizar el respaldo corporativo. Que según cuenta Wainfeld tuvo resistencias en Piumato, Schmidt y Caló (uno que, se decía, le gustaba a la presidenta para jefe de la CGT).

Primero, porque le puso la cara a Duhalde para que lo sopapeara. Con mano abierta y de revés, como sobrándolo.

También porque en la inevitable causa mediática, paralela a la judicial, que se abre cada vez que hay un caso de notoriedad pública, Moyano ya es culpable. Le cabe, por actitud, el famoso "a confesión de parte, relevo de pruebas". Digamos que es la contracara, en esos ámbitos, del camarada clasista Venegas, preso por luchar.
Se podrá decir que Moyano (a diferencia de Piumato) no tiene la tara de los políticos que provienen de otra clase social (media) de hacer un culto finalmente irrelevante de su imagen pública. Le importa un corno que lo culpabilicen mediáticamente. Sabe que en la novelita política que transmite el noticiero a él le tocó el rol de villano, y lo desempeña con gusto...

Podría decirse además que la relación de Moyano con parte del Gobierno queda resentida. O mejor dicho, quedan expuestas públicamente las desconfianzas mutuas, los límites de las conveniencias de una relación en la que se pone en juego constantemente quién es el que manda a quién. Nada demasiado distinto de lo que pasa en las relaciones de pareja. Prevalecerá, suponemos, el mutuo instinto de supervivencia, si no es que el diablo mete la cola.

Y hablando del tema...
Oyarbide es acusado de actuar por orden del gobierno, por un lado. Por otro, de jugar para el duhaldismo (con la puesta en escena, el más favorecido de los sectores políticos). Lo más probable es que (pactando) sea, en lo profundo, oyarbidista (partidario de sí mismo, como todo el mundo, incluidos los mencionados y los aludidos más arriba). Zafa, por ahora, del recontra anunciado y dilatado juicio político en su contra, en gran parte, gracias a la dispersión que él mismo genera, por la diversidad de causas que maneja, y las resoluciones disímiles que en términos políticos toma. Es probable que, hoy por hoy, la CC y la UCR lo quieran sostener. Lindo momento para explorar un quilombo legislativo, con debate sobre ética, independencia de poderes y corrupción.

Pero más allá de todas estas cuestiones, queda picando un malestar, seguramente compartido por toda la clase política.
La idea de que no se puede permitir que una corporación, por necesaria que sea, y por lo estratégico de alimentar su fortaleza a largo plazo, adquiera poder de veto sobre las decisiones de alguno de los poderes del Estado. Al que se marea con las alturas, convendrá, en algún momento (tal vez cercano, tal vez lejano) hacerlo bajar.

sábado, 12 de febrero de 2011

Solidaridad


Dirigentes radicales (algunos de ellos precandidatos presidenciales de cara a la interna que definirá quién representará al partido en las primarias, que establecerán a su vez quién será el candidato a presidente del sector, en fin...) se hicieron presentes ayer frente al edificio del INDEC.

Estuvieron el hijo de Alfonsín, Gil Lavedra y Gerardo Morales (que fue ignorado por Clarín). Con gorra de ocasión, para darle un tinte de ridiculez pseudo juvenil al evento, se quedaron esperando a los fotógrafos y cameraman de TV, que apenas si se demoraron unos segunditos para sacar alguna que otra fotito rápida, y siguieron camino hacia su destino, más trascendente.

De modo que la tertulia radical quedó un poco opacada por la intempestiva reacción de los medios de comunicación, ante la también intempestiva detención del Momo Venegas, cuya estadía nocturna en una celda VIP con aire y LCD provocó, por otra parte, la airada reacción de las bases del UATRE, las cuales se mantuvieron indiferentes unos días antes ante la aparición de compañeros explotados en condiciones de esclavitud.

En definitiva, que más allá del chicaneo, al radicalismo le va a costar mucho instalarse como "la opción de cambio" frente al kirchnerismo. A quién le conviene y a quién no, es otro problema. Por lo pronto, puede pensarse que habrá una voluntad compartida por las tres principales fuerzas: dos que harán el intento por volverse "la opción" para el ballotage, y el oficialismo que intentará bombardear cualquier atisbo de polarización, aún cuando esto signifique darle algo de oxígeno a algún agonizante.

Tres fuerzas que, con objetivos distintos, serán en definitiva, co-solidarias. No serán las "tres o cuatro cosas de los países serios", pero al menos en una pueden llegar a ponerse todos de acuerdo y tirar para el mismo lado.

viernes, 11 de febrero de 2011

Suerte

Agudo y cargado posteo de Lucas Carrasco.

Reafirmando lo que dice, resaltamos cierta línea de continuidad con lo dicho en este blog, en algunas entradas anteriores (por ejemplo, acá, independientemente de ciertas interpretaciones que pudieran ser controvertidas).
Por caso, que al BCRA le está costando más sostener cierta expectativa (moderada) de que la apreciación cambiaria no se va a comer a la competitividad, que desactivar "operaciones" que den origen a corridas, como las que suelen desarrollarse (y este año no es la excepción) en años electorales.
Con la salvedad, claro, de que los esfuerzos por provocar cosas que no pasan se notan mucho, justamente debido a que los efectos son entre discretos y nulos.

Así, la ampliación de la brecha entre el dólar oficial y el paralelo (por ejemplo, el de operaciones de contado con liquidación, a las que también podríamos llamar de "fuga") quiso ser leída como una muestra de no sé qué tendencia a la desaparición de no sé qué superávit (?).

O, por ejemplo, el hecho de que el BCRA interviniera como comprador en el mercado de futuros, con intención de subir la cotización de la moneda para esos contratos, quiso interpretarse en una de sus aristas, que es el desincentivo a los operadores para suscribir contratos de este tipo como compradores, y se haya pasado por alto que paralelamente, el BCRA daba la señal a los que tenían dólares de que no era necesario que los liquidaran, porque no era tan mal negocio. Hecho, éste último, inédito para un año electoral.

Cuánto hubiese dado el padre de cierto precandidato a la presidencia, cuando, ocupando el lugar al que aspira ahora su hijo, ordenó a Sourrouile y Machinea que vendieran reservas del Central mientras adelantaba las elecciones para ver "si llegaba" (y no llegó)... cuánto hubiese dado, decía, por tener un "veranito" como el actual, un "viento de cola" tan intenso.

En fin, pura suerte...

miércoles, 9 de febrero de 2011

GH

La verdad, me arrepiento de no haberle prestado más atención a Gran Hermano desde el principio. Porque me gusta la discusión que se armó.

Resulta que hay un participante, Cristian U., que mostró una estrategia abierta. Especuló con los vínculos que se establecían entre él y sus "compañeros" (y de sus "compañeros" entre sí) a los fines exclusivos de llevarse la mosca, que es el premio que la producción del programa le da al ganador del juego.

Me sorprendió, primero que nada, que se discutiera sobre la legitimidad de la actitud de Cristian U.. Porque (pensé) qué puede esperarse que haga un participante de Gran Hermano, sino que desarrolle estrategias para que los otros participantes sean eliminados antes que él y, así, poder llevarse la tarasca.

Bueno, parece que hay algunos tilingos que plantean que una boluda llamada Tamara tiene un "sueño re-importante" que es solucionar un problema de salud de su madre, por lo cual habría que suspender el juego y dejar ganar a esta extorsionadora sensiblera, que, en lugar de abrir una cuenta en el Banco Nación y pedir donaciones decidió entrar a un show televisivo.

En fin, calculo que no faltará mucho tiempo para que aparezca un pelotudo del calibre de Tamara, con un "sueño re-importante" y pida que se anule el sorteo del Quini 6, porque no salieron los números que le hacen cumplir "su sueño re-importante", y haga tirar la bolitas de nuevo en el bolillero hasta que salgan las que le sirven a él y "su sueño re-importante".

Bueno, hasta ahí llego. Para las connotaciones políticas del asunto, click acá.

De la sospecha cínica de que todo este barullo está armado por la producción (ese ente abstracto que opera en las sombras y que desbancó de alguna manera al propio Gran Hermano, que es un locutor con voz de nabo que, a esta altura, no asusta a nadie), que les dictaría a los participantes lo que tienen que decir, hacer, etc., me abstengo, porque, después de todo, no tendría mucha importancia.

martes, 8 de febrero de 2011

La difícil tarea de articular un discurso sobre seguridad

Es posible que Aldo Rico haya matado a un tipo en un intento de asalto del que habría sido víctima.
Una complicación, realmente...para el discurso político sobre seguridad.

Primer problema, para despojarse de progresismo fácil:

Si la violencia de los "pibes chorros" se explica como un emergente de una sociedad insoportablemente desigual, ¿no cabe lo mismo para su contracara: la violencia de los émulos lumpen de Aldo Rico?
Si "ningún pibe nace chorro", ¿no sería igualmente válida la sentencia "ningún almacenero nace facho"?

Transitamos, por momentos (pero desde hace muchos años, ojo, no es una novedad), el complicado límite de la situación de supervivencia. Que se forja en sentido común y que deja entonces de ser caso excepcional para ser permanente. Si no en el terreno de "lo real", sí, definitivamente, en el terreno de lo simbólico. Tanto para el "pibe chorro" como para el "laburante honesto" la cosa ya es: "ellos o nosotros".

La teoría social de peluquería tiene explicaciones para darnos. Por ejemplo, que la clase media es de derecha. Que, en general (siempre en general), los miembros de esta clase son ultra conservadores que ponen en la cima de su escala de valores a la propiedad privada. La suya, por supuesto.

Y es cierto. Los vecinos de Caballito asumen a la propiedad privada como un valor "supremo". También las clases acomodadas de Barrio Parque o los countries de Pilar; y las clases medias bajas de Gerli o Montegrande; o las clases humildes de El jagüel o González Catán.
De hecho (ojo, por ahí me falta calle, eh), no conozco ningún barrio humilde, ninguna villa, en que se practique la propiedad colectiva.

Un Aldo Rico preso por matar a un chorro se convertiría en un ícono. Un mito. Para todos aquellos que no simpatizan con el Gauchito Gil. Y que tendrían su propio San La Muerte. Viril, justiciero, ganador de "la batalla", de pelo corto y gesto "recto", maniatado por la Justicia injusta, pero nunca muerto.
Difícil la cosa.

¿Qué "hay que hacer"? Qué sé yo...
Por lo pronto, empezar a pensar el tema desde distintos ángulos, sin prejuicios.

lunes, 7 de febrero de 2011

Argentina y Brasil

La entrada anterior podría ser leída como una "crítica" al "modelo brasilero", puesto en contradicción con el "modelo argentino". No es así, sin embargo.

En todo caso, la idea de mostrar cómo un país (Argentina) juega a la apreciación diferida, para encontrar en los márgenes de la tendencia de largo plazo de apreciación de las monedas emergentes, un resquicio para incentivar la diversificación productiva con ancla en el sector secundario, y el otro (Brasil), a pesar de la preocupación manifestada en lo declarativo, toma decisiones que priorizan "seguir" la tendencia mundial de largo plazo (a la apreciación y financierización, si se me permite el término), es una forma de resaltar un horizonte de complementación de ambas economías.

En el fondo de estas decisiones disímiles no hay diferencias de tipo ideológico, sino de condiciones sobre las que se opera.
Argentina no cuenta con un sector secundario que se haya convertido durante 30 o 40 años en el centro de la acumulación de capital. Brasil, sí.
Argentina, entonces, tomó la decisión en 2003 de generar un esquema que permitiera, con base en el crecimiento del mercado interno, con consumo y autofinanciamiento por reinversión de excedentes, anclar la acumulación de capital en el sector secundario, propiciando (o intentando hacerlo) la formación de un círculo virtuoso en que la generación de empleo fuera factor decisivo en la acumulación de capital.

Un ejemplo concreto es la "polémica" decisión de convertir a los ahorros previsionales en fuente de apalancamiento (discreto) de la inversión pública y privada (todavía con límites). Reemplazando de esta forma, primero, el uso de esos mismos ahorros (y los flujos de los aportes) como "infladores" de la actividad financiera y, segundo, tomando un espacio vacante en la formación de capital, que otrora fuera ocupado por el endeudamiento externo.

Entonces, más allá del "viento de cola" que le da sustentabilidad macroeconómica al circuito, eliminando la posibilidad de la "restricción externa", lo que hay son decisiones de política económica que inciden en cómo se reconducen los excedentes generados por el "viento de cola".

Las distintas condiciones estructurales e históricamente definidas con las que se opera en economías como la brasilera y la argentina determina incluso posturas "ideológicas", aparentemente contradictorias. Porque el polo de concentración de poder político y económico, que en Argentina se emparenta con las actividades primarias, y secundarias con poca elaboración (como acero), en Brasil está puesto en sectores industriales de mayor complejidad (la FIESP). Y por ello, "enfrentarse" con los poderes tradicionales, en uno y otro país, significa cosas muy distintas, en el plano económico. Por citar un ejemplo: encarar una revolución productiva en el sector agropecuario es, en Brasil, y valga la redundancia, revolucionario.

sábado, 5 de febrero de 2011

Devaluación en Brasil (frío)

Se viene hablando de la posibilidad concreta de que Brasil devalúe su moneda. Demás está decir que esa situación sería muy complicada para la producción argentina, sobre todo en ciertos rubros actualmente muy pujantes.

De por sí, tenemos déficit comercial con Brasil. Un encarecimiento de nuestra producción en relación a la de ellos nos complicaría mucho la cosa.

Es cierto que en Brasil se ve (y las autoridades lo ven) la tendencia del Real a apreciarse como una amenaza a su producción, sus industrias, su nivel de empleo. Cada día los productos hechos en Brasil son más caros en relación a los importados (a ver si la entienden en el PRO, las inversiones que recibe Brasil no son vistas como generadoras de empleo, sino todo lo contrario).

Así, han decidido tomar medidas.
Algunas directas, como (dentro de los límites de lo "permitido") poner trabitas al ingreso de importados (algo parecido al polémico método de nuestro polémico secretario de comercio interior).

Otras, de intervención directa en el mercado cambiario. Brasil cobra una tasa a las inversiones extranjeras en títulos (especulativas, digamos). La subieron de un 2%, al 6%. Desalentar ese ingreso de divisas tiene como fin evitar que el Real se siga apreciando en relación al Dólar.

Por su parte, Dilma se ha referido varias veces a la necesidad de bajar la tasa de interés real de Brasil, que es una de las más altas del mundo. Esta tasa tiene una relación muy directa con la apreciación de la moneda. En tanto es tan alta, aparte, incentiva a los inversores a posicionarse en activos brasileros. Con lo cual, el nivel de la tasa de interés real tiene efectos contrarios a los buscados con el impuesto al ingreso de capitales.

Ahora bien, en medio de este diagnóstico aparece la noticia de que la inflación anual brasilera rondó el 6% (por supuesto que en alimentos es más alta) en 2010. Y que las metas de inflación de su banco central eran de 4,5%. O sea, no se cumplió con la "meta" (la famosa meta, tan promocionada por la ortodoxia). Y entonces, ¿qué se hace?

Se sube la tasa de interés de referencia: de 10,75% a 11,25%. Más tasa de interés nominal, ante mayor inflación. La tasa de interés real se mantiene alta y con tendencia a subir.

Ya hay quienes dicen que el problema de Brasil es su déficit presupuestario. Dilma misma promete recortes en el gasto estatal. Esto, dicen, tendría efectos "positivos" para enfriar la inflación.

Ahora bien, una pregunta queda picando:
¿Cómo hace un país para "devaluar su moneda" si está tan preocupado por tomar medidas monetarias y fiscales para que no se le devalúe en relación a los bienes y servicios que se comercializan internamente?
Dicho de otra forma, con metas de inflación seguidas a rajatabla, difícil que en este contexto la moneda brasilera no se siga revaluando.

Lo cual implica (se lo avisamos a Michetti, que anda desorientada) una amenaza para el nivel de empleo, y no al revés.

Una última cuestión: ¿alguien sabe si en Brasil hay alguna vía institucional por la cual se canalice la necesidad de compensar a los salarios por la inflación, tal es el caso de las paritarias acá?

Digo, una inflación de 4 o 5% anual, dependiendo de que el patrón tenga la buena voluntad de pagar más sueldos por mayor "productividad"... en eso, no los envidio.

viernes, 4 de febrero de 2011

La intervención del BCRA

Complementamos las rudimentarias impresiones de la entrada anterior.

La sobrevaluación de la moneda remite, como sabemos, a la pérdida de competitividad. Evitar caer en esa paridad cambiaria desfavorable para la producción nacional es un objetivo a cumplir.

En el caso de que se devaluara el Real, nuestra producción se encarecería respecto de la brasilera. O sea, menos exportación y más importación desde ese país (al mismo tiempo, quizás, se frenaría un poco el ingreso de capitales brasileros en compañías argentinas, a la espera, probablemente, de precios más accesibles).

Muy bien. Ahora, por el otro lado, devaluar la moneda mediante intervención en el mercado cambiario remite a recalentamiento de la inflación. De una parte, elevar la base monetaria equivale a convalidar un nivel de precios de equilibrio más alto. Por otra parte, y más del lado de la economía real, se encarecen los insumos importados y los commodities exportables (pensemos en el trigo, la carne o el acero, por ejemplo).

Entonces, ante ese proceso, otro objetivo a cumplir, complementario del primero, es evitar un traspaso directo a precios de la devaluación, ya que el aumento de precios es, además, una forma de revaluación.
O sea, aparte del trastorno interno que genera el aumento de precios, termina resultando, sobre todo cuando se convalida con la necesaria recomposición de ingresos, un neutralizador de la idea de mantener competitividad a través del tipo de cambio.

En este marco, el BCRA desarrolla lo que algunos creen una estrategia. Interviene en el mercado de futuros del dólar, comprando, y caro (por encima de la cotización). Con ello advierte a los operadores de su idea de convalidar en el mediano plazo un valor más alto del dólar.
La señal es clara: "mantengan posiciones en dólares, porque va a subir". Cuenta el BCRA, además, con el "viento de cola", de que es lo que ocurre siempre en períodos de elecciones: el pase a inversiones en dólares, "por las dudas".

Esta maniobra intenta mantener inmovilizados capitales, para que no se transformen en demanda de pesos.
O sea, el BCRA esteriliza de algún modo pesos que destina a compra de dólares e incremento de reservas, sin necesidad de pagar los costos de licitar LEBACs y NOBACs. Una jugada bastante audaz, que intenta "intervenir" usando de algún modo la propia fuerza inercial del mercado. Para poder mejorar la competitividad sin sobrecalentar los precios.

jueves, 3 de febrero de 2011

El BCRA y sus stocks

Jorge Herrera, de Ámbito, señala esta particularidad de la situación del sistema financiero argentino, hoy.

La deuda del BCRA creció durante 2010, de manera "desproporcionada" (no sé si es el término que usa, pero se desprende eso del espíritu de su análisis).

La cosa es así: cuando se refiere a deuda del BCRA, habla de LEBACs y NOBACs. O Letras y Notas. Papeles de corto plazo, que devengan interés y que el BCRA coloca a través de licitaciones, principalmente a los bancos, con el fin de absorber parte de los pesos que emite para comprar dólares. Esos dólares que compra se convierten en reservas. Por vía de estas operaciones se logra sostener el tipo de cambio nominal sin elevar demasiado la base monetaria.

Todo esto es posible en una economía a la que le ingresan más dólares de los que le salen.

Digamos entonces, estas letras (tasa fija) y notas (tasa variable) son casi el correlato del proceso de acumulación de reservas.

Pero por qué su stock aumenta más, incluso, que el stock de reservas?
Bueno, hay varios factores. En principio hay que decir que por estos papeles de corto plazo el BCRA paga interés, lo cual hace que, a su vencimiento, se eleve la base monetaria o se eleve el stock de estos papeles si es que el BCRA decide seguir absorbiendo, incluyendo en la absorción los pesos devengados como interés.

Un elemento que este año tuvo especial importancia fue el pago de deuda con reservas. El crecimiento del stock de reservas, por las compras de dólares del BCRA, se compensó con la transferencia que le hizo al Tesoro para pagar deuda (a cambio de una Letra de Tesorería). Así, si bien las reservas en divisas del BCRA aumentaron, se les descontó el monto que se utilizó para pago de deuda externa.

Otro punto: que el stock de Letras y Notas aumente como proporción de las reservas con las que cuenta el BCRA (de 25 a 36%) puede tomarse como indicativo de que se produjo una apreciación real del peso. El año pasado fue así. La devaluación nominal fue módica en relación a la apreciación real (aumento de precios).

Hay varios elementos que se destacan.
Primero: en los mercados internacionales, los bonos de deuda del Estado argentino, nominados en dólares, tienden a ser preferidos respecto de los nominados en pesos.
Segundo: las tasas de interés que se convalidan en las nuevas licitaciones de Letras y Notas, por parte de los bancos, tienden a ser más altas.
Tercero: la brecha entre la cotización del dólar informal y el dólar de pizarra es más elevada que lo corriente.

Aparte, el BCRA intervino comprando en el mercado de futuros, más caro que la cotización. Una señal de que intentaría incentivar cierto posicionamiento en dólares de los particulares, para provocar una absorción de pesos sin necesiad de intervenir directamente.

Todas estas especulaciones apuntan a que se está operando en función de que el BCRA finalmente decida convalidar una devaluación un poco mayor: para satisfacer demandas industriales, para licuar su propia deuda en Letras y Notas y para prevenir una futura devaluación del Real.

En ese estado se encuentra la sorda guerrita financiera que operadores y BCRA libran, con correlato en la economía real. Nuestro bastante apacible capítulo de la famosa "guerra de monedas".

Devolución de IVA, para compensar la inflación y por qué los comercios chicos se resisten a la bancarización

Revivimos otro post viejo, en el que se habla de un proyecto de devolución de IVA, y se toca el tema de los comercios chicos y su relación con el mercado.

En el blog del ingeniero se discutió sobre el proyecto de Solá, para que se devuelva el IVA pagado en la compra de alimentos y bebidas.


Nosotros mantenemos lo que ya dijimos en otra oportunidad.


Para algunos comercios chicos, evadir, o sea vender sin factura, significa utilizar los impuestos indirectos como compensación de los diferenciales de competitividad que claramente los perjudican en relación con las cadenas de supermercados.


Verbigracia: venden sin factura, o sea que no pagan IVAy con eso pueden tener precios parecidos a los de las cadenas de supermercados que venden en blanco. Los costos para Coto o Carrefour son relativamente menores a los del almacenero de barrio. Los impuestos indirectos (que Coto paga, pero el almacenero no) compensan la diferencia.


Sin IVA, Coto podría vender 21% más baratos sus productos y mantener los márgenes actuales. El almacenero no. Entonces, aprovecha que Coto paga IVA, pone los precios parejos a los del supermercado estrella, y mantiene los márgenes que le permiten seguir abriendo el boliche todos los días.


El problema no está en que la bancarización esté más o menos difundida. La bancarización del almacenero le significa la muerte, lisa y llanamente (digamos, para mostrar una puntita de otro problema: ¿a quién le saldría más barato financiar el capital de trabajo, a Coto, o al almacenero bancarizado?).


Entiendo que plantear públicamente este problema es complejo. Primero porque podría entenderse como una legitimación de la evasión impositiva. Después porque evidentemente es disparador de la expresión de un conflicto de intereses entre consumidores humildes y comerciantes humildes.


Pero, así y todo, no podemos hacernos los distraídos en relación a esto, que surgiría como consecuencia de la puesta en práctica del proyecto.


Puedo aceptar que de alguna manera se asuma el costo, y se lo considere bajo en relación a la ganancia generada por la devolución del IVA, sobre todo para las familias de ingresos más bajos. Está bien, es legítimo. Pero hay que saber prever todas las consecuencias (las lindas y las otras) de las decisiones que se tomen.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Explicación sencilla del aumento de precios, ideal para épocas de campaña electoral, humildemente.

Que los precios aumentan es una realidad. Toda declaración que niegue o intente atenuar tal realidad es contraproducente, no sólo políticamente hablando, sino hasta para el mismo proceso de formación de precios.

Entonces, la primera obligación es asentir: los aumentos de precios son una realidad. Y un problema. Preocupante.

Ocurre que no son el único problema que puede tener una economía. Hay otros peores, incluso, como la recesión o el desempleo.
Por ello hay que cuidarse para no implementar "soluciones" que frenen la escalada de precios, pero a costa de alentar la aparición de esos otros problemas peores, que por suerte, hoy, no son los que más nos afectan.

En el más o menos libre juego de las relaciones socio-económicas, todos de alguna manera intentamos apropiarnos de la mayor parte posible de los excedentes producidos colectivamente.

Si el Estado, como un jugador más de ese juego, decide ponerle plata en el bolsillo de algunos actores, a través, por ejemplo, de la AUH, de los incrementos de jubilaciones, avalando aumentos salariales por convenio, realizando transferencias en salud y educación, o invirtiendo en infraestructura, está colaborando en la formación de esos excedentes, y redistribuyéndolos de modo tal que se traduzcan en consumo masivo.
Entonces, quienes participan de la producción y comercialización de bienes, comprenden la situación y actúan de la manera esperada: intentan recuperar esos excedentes que de alguna manera fueron sustraídos de sus márgenes de ganancia.

Todo esto se hace evidente cuando algunos jugadores de peso expresan, a través de las organizaciones que los representan, sus fórmulas para combatir la inflación: moderar las pretensiones de aumento salarial, achicar el gasto público.

Es decir, directamente piden evitar que se desate una puja por los excedentes, eliminando la posibilidad de redistribuirlos. No nos toquen la ganancia, dejen que los excedentes hagan su camino "natural", y nadie se va a pelear por obtener nada.

El desafío, entonces, pasa por darle combate a los aumentos de precio, pero sin ceder a los reclamos de los que piden tomar el camino más corto, que es renunciar a la redistribución de excedentes.

La ilustración es de Militancia Kreativa.

martes, 1 de febrero de 2011

Crecer era fácil (perder competitividad también)

A raíz de la entrada anterior, podemos reflotar un viejo posteo, que interviene con lo que se discute. Suerte?

Los Kirchner tienen culo. La soja a 400 dólares y la tasa de la FED en casi cero les da una situación envidiada por todas las administraciones anteriores. Justo Argentina, país campeón en sufrir la restricción externa, goza, gracias a la situación descripta, de inundación de dólares. Sobran dólares en el mundo, y nosotros producimos y vendemos en grandes cantidades commodities que están históricamente caras en dólares.


¿Es realmente así? Empecemos comparando la situación actual con la del fin de la convertibilidad.

La convertibilidad era un esquema de tipo de cambio fijo y bajo, nacido como forma de contener una hiperinflación. En esas condiciones, los productos importados se volvieron una ganga para los ingresos fijos dolarizados de los argentinos. Lo nacional, era más caro. El sesgo del esquema fue netamente importador.

Para completar el cuadro, Argentina necesitaba el ingreso de muchos dólares para mantener los altos niveles de importación requerida, sobre todo para consumo. Esos dólares necesarios, no iban a entrar (era previsible) por vía de comercio exterior. Porque, por el mismo motivo que era ventajoso importar, era desventajoso exportar. Los productos nacionales eran relativamente más caros que sus competidores extranjeros.

Durante los primeros años, los dólares vinieron vía inversión extranjera directa (con gran ayuda de las privatizaciones). Pero cortado ese chorro hubo que recurrir a otro: el endeudamiento estatal. El déficit de las cuentas públicas se convirtió en el complemento perfecto para una situación que se volvió inmanejable. Una economía que se achicaba, la actividad cada vez era más baja, la recaudación caía.

Así, el Estado se endeudaba en dólares, que el BCRA le cambiaba por pesos para que cubriera sus gastos. Los dólares que el Estado tomaba prestados, entonces, eran vendidos baratitos a quienes quisieran comprar (un dólar un peso, re-barato, cobro el aguinaldo y me lo gasto en Miami).

En ese esquema, que los precios de los granos hubiesen sido del doble, o que las tasas de interés internacionales hubieran sido casi nulas se habría convertido en una bendición. El Estado no hubiese terminado entrando en el círculo del endeudamiento irremontable.

¡Cómo De La Rúa no va a envidiar a los Kirchner! Claro, si hubiese salido de la convertibilidad no hubiese tenido tampoco el problema…

Pero, hay que notar primero que tal estado de cosas ya no sigue vigente desde 2002 (¿ya nadie se acuerda del 2001?).

Argentina abandonó el tipo de cambio fijo. Devaluó un 300% y abandonó la convertibilidad. Y entonces, el sesgo importador fue corregido por un sesgo sustitutivo de importaciones, y en segunda instancia exportador. Este esquema plantea otro objetivo: la competitividad de la actividad industrial (genéricamente hablando, para no complicar más la cosa). Producir acá lo que antes comprábamos afuera, y fomentar, de rebote, el empleo.

El tema es que desde un principio nos encontramos con un escollo.

Argentina tiene ventajas comparativas excelentes debido a su dotación de recursos para desarrollar la actividad agropecuaria. Pero las ramas industriales que más mano de obra absorben no cuentan con tal competitividad. El tipo de cambio alto es la ayudita que necesitan para producir más barato (en dólares) que sus competidores extranjeros.

Ahora bien, justamente los precios internacionales excepcionales de las commodities plantean un nuevo desafío: cómo mantener un tipo de cambio competitivo para la industria, sin que los dólares que aporta el agro presionen a la baja.
Esa es la explicación de las retenciones, esa es la explicación de la emisión de pesos del BCRA y de la absorción por vía de Letras y Notas (a veces criticadas por convertirse en un negocio fácil para los bancos), y esa es la explicación también de la inflación.

¿Es culo, entonces? Cada momento aporta sus especificidades y sus desafíos.
Igual que la virgencita de Caacupé, el precio de la soja te arregla por un lado y te jode por el otro.

Como todo, bah, porque la política económica es una frazada corta.