martes, 8 de noviembre de 2011

Ideas apuradas sobre los "polémicos" subsidios


Ahora que los comentaristas de la realidad nacional andan preocupados (y difunden su preocupación) porque aparentemente los viajes en colectivo van a ser casi tan caros como un dólar, se discuten alternativas sobre cómo seguir implementando algún tipo de subsidio, que eficientice la forma en que el Estado llega con recursos a quienes los necesitan.

Hubo, hace tiempo, discusiones respecto de los subsidios universales, y su contraposición con los subsidios focalizados.
En algún caso particular, me acuerdo de haber discutido sobre una nota que había publicado Zaiat en Página 12.

El asunto sobre los subsidios está dado principalmente en la sustentabilidad fiscal. El incremento del gasto en subisdios es exponencial.
Con tarifas congeladas, y costos subiendo (con todos los precios de la economía, incluidos los salarios) entre 20 y 30% anual, la proporción del precio del producto subsidiada es cada vez mayor. Por eso solo, la parte subsidiada aumenta proporcionalmente más que los costos.
A esto se suma, en algunos casos, cierta elasticidad de la demanda del producto, que se intensifica en el caso de que el valor de la tarifa disminuya en términos reales. A más consumo, un cargo adicional a cubrir por subsidio.

Y el tema está en definir quién paga el engrose de la cuenta.

Una de las variantes esgrimidas sugiere la posibilidad de dejar de subsidiar a las empresas para que cubran costos no cubiertos por la tarifa, y pasar a darles subsidios directos a los consumidores en estado de necesidad.
Esta estrategia de focalización tiene, sin embargo, problemas que en una primera mirada permanecen tal vez ocultos.
Primero, la implementación es más costosa. Hacer la distinción entre los que necesitan y no, es, en un principio, económicamente costoso.
Pero eso es lo de menos. Porque hay que sumarle el costo político de la discrecionalidad. La experiencia del intento de 2009 debe haber servido. No puede decidir Edesur a quién le cobra más y a quién menos.
Igual, también hay que ser consciente de que costo político va a haber. Los mismos que putean contra los subsidios van a putear contra los aumentos de tarifas (cuando los haya, cosa que todavía no está confirmada)

La mejor sugerencia (inútil, porque más allá de las olas que hacen los diarios y la TV, en el Ejecutivo el tema está bastante claro, por suerte) es aplicar a rajatabla la gradualidad como principio, aún en sentido universal.
No se puede pasar de la fiebre del subsidio a la fiebre de la eliminación de los subsidios.
Con solamente disponer un incremento en los precios al consumidor del mismo porcentaje en que suben los costos ya los subsidios disminuyen en términos reales, como porcentaje del PBI y del gasto del estado.

Si a eso se le puede sumar, en el caso de los servicios públicos, algún cargo extra relacionado con la valuación fiscal de la propiedad, por ejemplo, macanudo.
Pero en el caso de los boletos la diferenciación se vuelve más complicada.