miércoles, 20 de abril de 2011

El superávit fiscal y las transferencias del Central


En la entrada anterior hablábamos de la existencia de dos elementos monstruosos que venían sirviendo para sostener el superávit fiscal primario (siempre) y el financiero ( a veces). A saber: los ingresos de ANSeS y las transferencias del Banco Central.

Si la inclusión del primero en las cuentas es muy fácil de justificar aún en un marco ortodoxo de pensamiento, no pasa lo mismo con el segundo.

Porque, básicamente, puede resultar equivalente a la monetización del déficit. Es decir, si al Estado no le alcanza la plata que recauda se financia con emisión del Banco Central.

Bien, la forma en que el kirchnerismo ha sabido justificar esta mecánica es a través del uso de lo que son las utilidades del Banco Central. Digamos, en el ejercicio 2010 el banco fue obteniendo réditos por su funcionamiento, y las utilidades limpias que le quedaron pueden ser ahora distribuidas entre sus dueños, como ocurre en cualquier empresa.
En este caso, el único beneficiario es el Tesoro Nacional.

Casi que la ampliación de pasivos del banco que se transfieren al Tesoro (los billetes circulantes se cuentan como un pasivo del Banco Central) son equivalentes a la ampliación de activos que le significó el ejercicio anterior.

Desde la óptica dominante esta mecánica suma nuevas presiones sobre los precios, de modo que a los ojos de los analistas es una parte importante del "impuesto inflacionario" que financia al Tesoro para seguir acelerando el gasto.

En alguna oportunidad, en medio de una discusión alguien planteó que estos recursos (las transferencias del Central) no eran genuinos. Que en todo caso, si el Tesoro quería hacerse de recursos excepcionales era más lógico que siguiera la operatoria corriente: lisa y llanamente, cobrar un impuesto nuevo (que era lo que indirectamente se hacía).
La idea era, justamente, demostrar por el absurdo práctico (la casi nula viabilidad política de crear un nuevo impuesto con recaudación de magnitud), que era necesario moderar el gasto. Recortar, ajustar.

El problema, en ese razonamiento, es que no podemos salir de la lógica ortodoxa. La relación ingresos-gastos del Estado, en ese marco, operaría contracíclicamente.

Supongamos la situación: en un proceso de expansión del sector privado, el Estado casi imposibilitado de absorber recursos vía impuestos significativos para sostener su gasto, debería moderarlo (al gasto), con el fin de compensar la expansión, y no sobrecalentar la actividad, para que esto no redunde en aumentos de precios.
Paralelamente, en el Banco Central se generaría una especie de stock anticíclico. Se acumularían reservas sin que ésta acumulación tuviera un correlato en la circulación monetaria. Y sin intervención sobre el mercado cambiario es posible que se convalidaría una apreciación del peso.

Ahora bien, ese proceder sería exactamente inverso a la idea de actuar procíclicamente sobre el crecimiento que mantiene la conducción económica actual en la Argentina. Con amplia tolerancia al alza de los precios (20% anual), y con acciones para contenerlos (para que no se "descontrolen" o "desborden") que se inscriben entre las que podríamos llamar de intervención directa. Que pueden ser más o menos eficientes. Es otro tema para charlar largo.

En todo caso, la lógica de las transferencias del Central para financiar gasto público parte de la previsión de crecimiento de la economía, apuntalada justamente por este tipo de decisiones.
El objetivo es no detener el crecimiento. Por eso, más que por otra cosa queda descartada de plano la opción del impuesto o del recorte.
Porque el crecimiento brinda margen para la intervención estatal virtuosa (aunque no la garantiza), y porque los stocks están para liquidarse y convertirse en aceite para los engranajes de la maquinaria.

El comportamiento de la creación de empleo es un buen elemento al cual subordinar todo lo demás, y mientras éste de positivo los ajustes a hacer serán menores.

1 comentario:

Daniel dijo...

Muy buena Mariano.
Se podría sumar la cualificación en Ganancias. Ir cobrando más y más equitativamente.