martes, 5 de octubre de 2010

El progresismo es de derecha

Hace poco, Tenembaum dijo algo así como que los Kirchner, en tanto no respetaban las opiniones críticas, estaban a la "derecha" de Menem o Macri, ya que ser "progresista" implica principalmente ser respetuoso de la democracia y la libertad.
Por supuesto, desde varios ángulos se le fueron al humo. Y la verdad que la declaración es un poco polémica.


Sin embargo, no llama tanto la atención ese intento de posicionar a los Kirchner en la derecha. El análisis de la política real suele exceder en mucho nuestras nociones topográficas.
Pero, por otro lado, si bien es cierto que hablar de izquierdas y de derechas puede generar cierta incomodidad, esos conceptos son insoslayables como referencia general para analizar la política ideal.


Lo que sí llama la atención es que tan alegremente se asuma como cierto que "progresismo" es lo contrario de "derecha". Primero porque no parece que haya motivos para que el término "izquierda" deba ser reemplazado por uno más amigable. En todo caso, el pudor del enunciante ya dice algo acerca de cuán contrapuesto a la "derecha" está el "progresismo".


Y después está la cuestión central. El progresismo es una ideología que comparte muchos valores que pueden acomodarse tranquilamente del lado derecho del eje.


Ya la idea de progreso, la verdad, es bastante cuestionable.
Pero si encima entendemos al progreso como una concesión de respeto que la cultura hegemónica les hace a los pueblos dominados, respeto que no es otra cosa que colocarles cucardas morales a los "otros" (ese concepto tan progresistamente antropológico) para que se sientan felices en su pobreza (elegantemente llamada "diversidad"), la cosa se pone más oscura. Si progresismo es determinar arbitrariamente que el mundo ya ha sido lo suficientemente contaminado por los ricos como para que encima ahora lo quieran contaminar los pobres (que no se conforman con serlo); si progresismo es convencer a esos pobres de que deben asumir la noble tarea de poner su pobreza (diversidad) como garantía de resguardo de los "recursos naturales" para cuando los ricos necesiten usufructuarlos; si progresismo es poner el mismo frenético ahínco en defender el derecho a la supervivencia del oso panda, y el derecho al amparo judicial del holding empresario expropiado; si progresismo es velar por la protección de las "indefensas" empresas de la familia Rocca ante la prepotencia del sindicato de camioneros; o pedir con gesto adusto que un grupo de desarrapados comprenda que sus derechos terminan donde empiezan los de Luis Betnaza, entonces el progresismo es cualquier cosa, menos lo contrario de la "derecha".


Es inimaginable un gobierno de derecha, de esos que fortalecen el régimen jurídico sobre el que se asienta el status quo de las relaciones económicas,  sin un progresismo de esta índole, opositor, cumpliendo el rol de partícipe necesario. Que el eje "izquierda-derecha" se transforme en eje "derecha-progresismo" es sin lugar a dudas el exponente más claro de que la batalla ideológica la ganó la "derecha".

2 comentarios:

Alon dijo...

Dicho de otro modo, Mariano: "progresismo" es el equivalente moderno del desgastado "liberalismo", que supo servir de bandera de las izquierdas en la época del Antiguo Régimen. Como hoy el liberalismo económico queda a la derecha del espectro, cambiar de mote sirve para enfatizar los aspectos sociales ("blandos", dirían algunos más convencidos de las diferencias entre base y superestructura) antes que los que afectan al proverbial órgano más sensible.

Pero la jugada sirve para los dos bandos. Es perfectamente posible defender los reclamos económicos de la izquierda (enfatizando, por ejemplo, que la democracia y la libertad formales no son democracia y libertad reales sin los recursos con que defenderlos ante el atropello de los ricos) y al mismo tiempo intentar retener el mote de "progresista" (insistiendo, por ejemplo, en lo poco democráticos y respetuosos de la libertad que son y han sido los adalides de la derecha, para lo que sobran los argumentos).

No digo que sea fácil, pero el premio es interesante: desposeerlos precisamente de la bandera ideológica que están eligiendo. Si el eje resulta ser "derecha-progresismo" y uno prueba que los progresistas no son ellos, se les desmorona el aparato justificador. No sería poco.

Mariano dijo...

Alon: muy interesante ese planteo.
Un abrazo.